La noche del 16 de septiembre asistimos a un espectáculo de jotas, “Alma con la Jota” se llamaba, que me gustó de una manera particular.
Soy reacio a asistir a los espectáculos monotemáticos por una cuestión de lógica: si no tienen una gran calidad terminan por cansar al espectador. Si, además, la “calidad” es entendida por los artistas como una exhibición de potencia vocal o como la capacidad pulmonar en el aguante de una nota para despertar la admiración del espectador la catástrofe se me antoja inevitable.
Me apresuro a añadir que no ha sido el caso de la noche a la que me refiero: Creo que hace mucho tiempo —años— que no había asistido a una velada tan completa como la del día 16. Enhorabuena a los artistas, a todos los artistas, y quien ha tenido el acierto de traerlos a Navajas. Aquí la jota es sentida como algo propio, estamos en la frontera raya de Aragón y eso se nota en la respuesta de la gente ante la jota, una respuesta que tiene mucho de visceral y no poco de sentimiento que —creo yo— está grabado en nuestro cerebro reptiliano desde mucho antes de que la jota fuera “inventada”. Deben ser los componentes de esa manifestación los que estimulan los mecanismos que nos hacen emocionar.
Los joteros de la noche del 16 rayaron casi todos a gran altura y los que no llegaron a la altura de los mejores, tuvieron una muy digna actuación.
Los intervinientes solistas demostraron un buen nivel en conjunto y algunos un nivel excelente, además, cuando hicieron de coro, se sometieron a las exigencias de volumen requeridas para que no se escuchara una voz por encima de las demás.
No hubo un dúo que no estuviera afinado y eso, en mi experiencia como espectador, es difícil de conseguir cuando se trata de un grupo de jotas. Enhorabuena.
Sin músicos no hay jota y los que actuaron en el espectáculo a que nos referimos estuvieron impecables durante toda la noche, afinados, adecuados en los acompañamientos, ricos en las introducciones, impecables en la ejecución. Habrá que decir que, además, dos de ellos cantan… y lo hacen muy bien.
Habiéndome gustado mucho todos ellos, voy a destacar al guitarra: llevó en todo tiempo el “tempo” adecuado, adornó lo que había que adornar y a-com-pa-ñó a los que cantaron y a los que bailaron estando atento a que bajo su dirección cada cosa estuviera en su sitio con solvencia y con buen gusto. Los bajos de su guitarra fueron un ejemplo de lo que se debe hacer.
Las dos parejas de bailadores me emocionaron por su adecuación a los tiempos, por el “movimiento” de sus posturas cuando estaban inmóviles, por la gracia de los movimientos, los guiños del gesto al dar un golpe de castañuelas, el trenzado de los pasos… y, además de todas estas consideraciones, por no convertir la jota en un ejercicio de acrobacia atlético-circense con saltos estrambóticos que nada tienen que ver con la danza, por no hacer de la jota un esperpento de sí misma.
Además de todos estos aspectos, que cualquiera pudo apreciar, se me ha ocurrido llevar mi reflexión un poco más allá de lo tocante a los aspectos formales por lo que me dado cuenta de que:
- Cuanto mayor sea la calidad de los componentes de un equipo, mejores serán los resultados obtenidos en la consecución de los objetivos que se proponga, a condición de que:
- Cada uno interprete el papel que le corresponda:
- El coro ha de ser coro, sin “solistas” ocultos que destaquen del resto.
- El acompañamiento ha de potenciar la labor de los solistas, siguiendo la línea que éstos marquen para que la interpretación no resulte mecánica.
- Los solistas deben dominar, cada uno, su especialidad y su estilo.
- Todo ha de estar dirigido por una sola persona:
- Una vez definido el objetivo, el equipo, ha de dejarse de individualismos y poner el esfuerzo de cada uno al servicio del bien común.
- El que dirige ha de saber lo que hace. No se elige a un director por votación sino por su aptitud para el puesto y por su actitud a la hora de liderar el equipo, aunar aportaciones y marcar el tempo y los matices; el tono lo dará la partitura.
- La buena voluntad ha de suponerse en todos, pero las habilidades, cualesquiera que éstas sean, han de ser innatas y haber sido perfeccionadas por el esfuerzo, el estudio y el trabajo.
- Sin sentido del ritmo no se canta, ni se baila y sin sentido de la justicia, de la equidad, del bien, de la verdad no se lidera un equipo.
¡Hay que ver todo lo que da de sí una noche de jotas bien cantadas!
Toni(n) “el de la Cuba”
Desde Texas de leído tu Noche de Jotas y ha sido casi como estar allí.
ResponderEliminarGracias por leerme y por tu comentario. Ya queda menos para que volváis a Navajas.
ResponderEliminarSaludos
Toni(n) "el de la Cuba"