lunes, 21 de septiembre de 2020

Fiestas sin fiesta

Ya decía la gente que es sabia que el coronavirus nos iba a cambiar la vida ¡y vaya si lo ha hecho!

Todo lo que significaba relación, compañía, socialización –vaya un palabro tonto– se ha tenido que convertir en virtual, al menos en gran parte de la dimensión que tenía antes de que se declarara la pandemia. Así, las criaturas se comunican por medio del "guasap" que es un invento al que he renunciado porque lo creo manipulador y sesgado, mucho más manipulador que el uso de internet, que ves en la red un cinturón que te gusta y te aparecen miles de anuncios proponiéndote su compra. El guasap es incómodo porque es necesario ponerse a escribir cuando llamar por teléfono es más fácil e incluso más personal; ¿es que hemos perdido la facultad del habla o es que resulta necesario comunicarse en grupo? porque doy por bueno que para dar una noticia a un colectivo numeroso de personas es más cómodo el guasap, pero no pensamos en las consecuencias que acarrea ese hecho, porque inmediatamente recibimos otras tantas preguntas de los que han sido comunicados, lo que nos lleva a lo largo del tiempo, de manera irremediable a la melancolía y al hartazgo.

Pero se me ha ido el santo al cielo con lo de los mensajes cuando lo que quería era comentar acerca de lo que le faltan a estas fiestas es ... fiesta.

Porque la misa de ayer domingo no fue lo mismo sin la pompa y el esplendor que se le da en condiciones normales, ni el día de la Patrona es igual sin la procesión, ese paseo acompañando a la imagen que tanto sirve para reflexionar en silencio durante el transcurso por las calles casco urbano. La misa tuvo el mismo valor religioso y espiritual que la otra pero no tuvo ... fiesta.

La entrada de Peñas fue sustituida por un remedo de mascletá "de luto" como escribía ayer; claro que lo que le faltó de "fiesta" lo ganó en tranquilidad; por una vez en muchos años pude dormir en mi cama sin tener que desplazarme a un hotel para poder conciliar el sueño. 

Ayer unos cuantos jóvenes se dedicaron a hacer su propia fiesta "jugando a los toros" como hacíamos nosotros cuando teníamos ocho o diez años. Observo una tendencia a prolongar la niñez entre las nuevas generaciones por su inclinación a seguir jugando hasta bien avanzada su edad porque los "toreros" y los "toros" no bajaban de los dieciocho años según me contaron quienes lo vieron.

Hoy, lunes "de barrenas", un grupito de personas se ha puesto a elucubrar acerca de cómo se podrán anclar los catafalcos que sirven de refugio y desde los que se ven los toros. Hay opiniones para todos los gustos, pero la que parece prevalecer es la de que hay que unir todas las barreras de cada lado de la plaza para que hagan un solo cuerpo y de este modo evitar accidentes. Ya veremos si en San Antón se han puesto de acuerdo acerca de cuál es la solución más viable ... y eso si en enero del 2021 podemos tener ya fiestas con fiesta, cosa de la que dudo.

Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas.

Toni(n) el de "La Cuba"

sábado, 19 de septiembre de 2020

Volteo y bombas reales

 Pues sí, señor, en el pueblo hemos tenido "volteo general de campanas" y disparo de bombas reales para anunciar que mañana es la Patrona, la fiesta gorda, La Virgen de la Luz.

La fiesta grande: La Virgen de la Luz

El sonido de las campanas volteando eleva inmediatamente el ánimo de quien lo escucha y el sonido hondo de las bombas reales hace que retumbe algo en el pecho; pero este año ese sonido redondo, potente, ha sonado de manera distinta, apagado, sordo, como si fuera un sonido del luto que habremos de llevar por los que se han ido durante la pandemia.

Campanas


Así es que, de fiesta, nos ha quedado el volteo y de algún tipo de decepción el disparo de bombas reales que más han parecido disparos fallidos que anuncio de que se avecina algo importante.

Algún poeta olvidado escribió hace años:

Campana de mi lugar

tú sí me quieres de veras

cantaste cuando nací,

llorarás cuando me muera.

Felices fiestas.

Toni(n) el de "La Cuba"








domingo, 6 de septiembre de 2020

Tromb-on Tromb-off

En casa solemos tomarnos las cosas por el lado jocoso. Siempre andamos a vueltas con las palabras y procuramos reírnos lo más posible incluí¡so de las cosas que son aparentemente más serias. Así, la vida se nos hace más amena, lo pasamos mejor y no tenemos malas ideas que ronden nuestro pensamiento, todo lo más, alguna maldad que otra que no pasan de ser travesuras de gente adulta que se divierte.

Viene ésto a cuento del título de esta entrada: cuando me diagnosticaron hace unos días que tenía un trombo gordo en la arteria pulmonar derecha –una bagatela que podría haberme costado la vida de no ser diagnosticada y tratada a tiempo– decidimos que empezábamos a lidiar con el inicio de un trombo; es decir que echando mano del inglés y con sentido del humor podríamos afirmar que  estábamos ante un tromb-ON, ¿entienden el juego de palabras? pero que teníamos que llegar a un tromb-OFF, es decir a que el trombo estuviera fuera de combate.

Así es que tras el tratamiento correspondiente en el Hospital de Sagunto de cuyo personal hablaré luego, me encuentro restableciéndome en casa tras el susto. Mi compañero permanente de habitación ha sido este monitor al que he estado unido mediante cables durante cuatro noches y tres días mientras se "chivaba" de mis constantes vitales. Nos hicimos tan amigos desde el primer momento, que lo bautizamos –ya conocen nuestra tendencia a tomarnos a cachondeo las cosas serias– como "Wall.e" por su semejanza con un robot de una película de dibujos animados que nos gustó mucho en su momento.

Les presento a Wall.e

                                                     

Mi experiencia, que ya empieza a ser dilatada, en nuestro Hospital, no puede ser mejor: desde la implantación del marcapasos pasando por la operación de cadera he recibido un trato magnífico por parte de todo el personal sanitario con el que he tenido la suerte de coincidir.

En esta ocasión desde la médico de Navajas, doña Gloria, que anticipó los datos necesarios a sus colegas de Sagunto, hasta doña Alicia, la internista que recibió mi caso desde la UCI, el personal de enfermería, auxiliares, celadores y en general  cuantos han tenido contacto conmigo han tenido un comportamiento ejemplar desde el punto de vista profesional y, lo que es más de agradecer –porque el ser buenos profesionales podría interpretarse como parte de su obligación– el trato humano ha sido impecable sintiéndome arropado por cuantos han intervenido en mi tratamiento durante los cinco días de mi estancia allí a pesar del cúmulo de trabajo que las actuales circunstancias, Covid-19 de por medio, se han cernido sobre ellos.

Curiosamente los comportamientos humanos feos, deplorables, injustos, los han protagonizado pacientes o parientes de pacientes que han dejado muy bajo el nivel de estima que puedo llegar a sentir por ellos: el primero fue el de un joven –estaba congestionada la sala de urgencias del hospital por un gran número de chicos y chicas adolescentes, acompañados por alguna persona mayor, que tenían que hacerse PCR– al que tuvieron que sacarle sangre y sufrió un leve mareo. Tenían que hacerle la prueba pero estimo que los laboratorios estarían echando humo y se retrasó un tiempo. Cuando llegué a la sala previa a la UCI, en espera, supongo, del resultado de mi propio PCR estaba dando gritos diciendo que "él quería irse de allí, que pasaba de la p.... prueba, que estaba hasta los h..... de todos y que lo que quería era estar con sus amigos, fuera, fumando un cigarrillo." Todo ésto dicho a grandes voces y con la intención de amedrentar al personal facultativo. Se le hizo saber que no era posible porque no conocían aún si estaba o no infectado por coronavirus a lo que repuso: "pues yo me quito la p.... vía y me voy por mis c......" El enfermero a cargo del box se enfrentó a él y con serenidad pero con firmeza le repuso: "eso es cuestión tuya, porque eres mayor para saber lo que haces"; en ese instante se acabó la baladronada y se calló el jaque.

Otro episodio lamentable ocurrió poco después en la UCI: la doctora "Majo" –creo que era el apelativo con que la denominaban sus compañeros había estado desde que yo llegué atendiendo a mil cosas en diferentes servicios; era la que estaba al frente de la UCI durante ese turno y no paraba de escribir informes, ir a distintas salas donde era requerida y atender a los enfermos que allí estábamos. Nunca le faltó una palabra amable para un paciente ni una información clara requerida a veces con angustia por algún acompañante al que se había permitido entrar durante un instante para ver al enfermo. Una dedicación constante e intensa podría describir su cometido en el tiempo, largo, en que la pude observar. La enferma que estaba a los pies de mi box recibe la visita de su hija, la doctora se acerca a contar lo que pasa –buenas noticias porque la reacción de la enferma había sido buena– y la hija la increpa diciendo: "cuatro horas, ¿tú te crees que YO puedo estar esperando cuatro horas a que me digas algo? La doctora Majo le explica que no está sólo su madre, sino que hay otros enfermos que requieren atención, que los laboratorios están prácticamente colapsados y que no ha podido dar datos antes porque no los tenía. Inútil esfuerzo; la energúmena sigue erre que erre, la doctora la pone en su sitio de manera firme y contenida a duras penas; cuando se aleja hacia su ordenador, la llamo:

–Doctora, por favor, –se vuelve y se acerca a mi cama.

–Dígame

-Es usted magnífica –le digo en voz alta y clara para que se entere la maleducada.

Me da un golpecito en la rodilla, sonríe y sigue con su trabajo.

Toni(n) el de "La Cuba"