miércoles, 5 de enero de 2022

El lenguaje de los cursis

Se quejaba don Alfonso Ussía, con razón, de que desde los medios de comunicación, desde los medios políticos y desde los círculos de la economía se nos bombardea cada vez más con palabras innecesariamente alargadas que, al parecer, dan más prestigio a los que las emplean, o eso creen ellos.

"Decisionar" en lugar de decidir, "culpabilizar" en vez de culpar, "influenciar" por influir son algunos de los ejemplos que trae a colación don Alfonso en su escrito publicado en "El Debate" del día 3 pasado y se queda corto porque en el español habitual, en su uso perverso cada día aparece un buen número de infectados por el virus de las polisílabas y por el de las esdrújulas. Esdrújulos he llamado en alguna ocasión a esos mamíferos que son capaces de desvirtuar cualquier término para poner el acento prosódico donde no toca porque a su entender eso enfatiza y da verdad a sus mendaces discursos.

Hace unos años, una joven que se dedicaba a la enseñanza me dijo tras leer un escrito mío que "escribía antiguo" y me puse a pensar por si estuviera yo escribiendo al modo del Duque de Rivas o de algún coetáneo suyo hasta que me dí cuenta de que me había dicho "antiguo" con diéresis sobre la "u" y me quedé tranquilo. Es que hay personas que hablan con faltas de ortografía si se me permite la ironía; ahora bien, lo que es lamentable es que haya docentes que no tengan la decencia de aprender al menos los rudimentos de lo que tienen que enseñar.

Ahí la duele a España –lo de "este país" lo dejo para los otros– en una serie de generaciones a las que se les ha hurtado la posibilidad de tener elementos con los que formarse criterios propios y bien asentados en sus razonamientos. Y se les ha hurtado de manera artera, sustituyendo los valores propios de los españoles por la imitación de lo anglosajón a ultranza: en el idioma consintiendo anglicismos a calca porra, en la cultura prestando nuestro idioma para el doblaje de películas que exaltan incluso lo que es más pernicioso y que ridiculizan nuestro modo de ser y nuestras costumbres, en la sociedad adoptando como propias costumbres y celebraciones foráneas que sustituyen a las nuestras –véanse Halloween y Papá Noël que no son sino cuñas que levantan a Todos los Santos y a los Reyes Magos– y otras –"Black Friday", San Valentín– que se importan por mor de la "globalización" a las que llamo San Corte Inglés por señalar sólo a uno de los comercios que sacan tajada de ellas.

Al parecer, el negocio editorial en España es muy importante para la economía, mueve muchos millones de euros, lo que indica que la gente compra libros, regala libros y es de suponer que lee libros; pero me inquieta una pregunta: ¿qué clase de libros lee? Porque ahí está el quid de la cuestión. Se puede leer mucha literatura de evasión y eso sólo hará ensoñadores de los que leen. Ensoñadores y papanatas, porque contemplen ustedes el número de lectores de los libros de Joanne Rowling y analicen las enseñanzas que pueden derivarse de las lecturas de esos textos; luego, por favor, intenten comprarse cualquiera de los disfraces que reproducen el mundo de Harry Potter y entenderán que detrás de todo eso hay una gran maquinaria de generar dinero, uno de los talismanes del mundo anglosajón que junto al poder nos han vendido como el objetivo primordial de la vida del hombre.

Desde luego, mejor es leer que ver la televisión, pero habríamos de tener un mayor cuidado con las tendencias hacia las que encaminamos a nuestros niños, a nuestros adolescentes y a nuestros mayores de menos de cincuenta años, porque el peligro está ahí, en caer en la creencia de que todo lo impreso es bueno o en la de que "lo ha dicho la tele". Los medios de comunicación sirven a intereses políticos y económicos muy poderosos; los de a pie no tenemos más remedio que estar atentos para que no nos vendan gato por liebre – que no "fake news"– y para poder hacerlo hemos de ser capaces de generar nuestros propios criterios, los de cada cual.

Al final, todo es lenguaje, el uso correcto del lenguaje lo define todo, lo aclara todo, y de ahí se deriva la importancia de hablar de manera correcta, de entender rectamente lo que se nos dice o lo que leemos y no caer en el lenguaje de los cursis o de los papanatas.

Que los Reyes Magos –éstos sí que son nuestros– os traigan ilusión, la misma que se refleja en los ojos de los niños pequeños que aún creen en ellos. Como yo.

Toni(n) "el de La Cuba"