sábado, 30 de enero de 2016

Va de guardias

He de decir, antes de ponerme a escribir lo que voy a contar, que desde que tengo uso de razón la Guardia Civil me ha merecido un respeto imponente. No por miedo, que nunca me lo ha inspirado un miembro del benemérito cuerpo, sino por que he considerado siempre que su existencia, su vigilancia y su entrega más allá de lo que sería esperable de la escasez de medios con que han contado los números que integran sus filas. Así es que vaya por delante mi admiración por ellos

No es ninguna tontería lo que han tenido que trabajar mandos y números cuando allá por los años veinte del siglo pasado habían de vigilar que bienes y personas tuvieran la seguridad que era esperable y exigible en una nación  moderna.
Lo que les voy a contar dicen que ocurrió en un pueblo perdido en una de las serranías de nuestra nación. Un pueblo de unos tres mil habitantes en el que había un cuartel de la Guardia Civil comandado por un sargento de los típìcos sargentos de la época del tricornio .
Un buen día, en el telégrafo del cuartel se recibió un telegrama del Gobernador Civil de la provincia que rezaba de esta guisa:
“Del Gobernador civil de la provincia de Z
al Sargento Comandante de Puesto de la Guardia Civil ZZ.”
“Detectado próximo seísmo con epicentro en esa localidad. Stop.Tome medidas pertinentes para neutralizar consecuencias. Stop. Deme cuenta del resultado de las acciones tomadas”.
Pasaba los meses y en Gobierno Civil no se recibía repuesta alguna a la orden que tan previsoramente había dado el señor Gobernador. Finalmente, un buen día –tres meses después del envío– se recibió un telegrama que aclaró el misterio; el texto era el siguiente:

“Del Sargento comandante de Puesto de la Guardia Civil de ZZ
al Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia de Z.”
“Epicentro y seis compinches detenidos a las pocas horas de recibido el telegrama de su Excelencia. Stop. Todos han confesado su participación en el movimiento sísmico anunciado. Stop. No hemos podido comunicarnos antes porque hemos sufrido un terremoto que nos ha mantenido aislados durante tres meses”.
Eficacia se llama esta figura.

Toni(n) “el de La Cuba”

martes, 26 de enero de 2016

El follón

¡Hay que ver la que montó el señor alcalde de Jun en el programa “El Cascabel” que dirige uno de los peores moderadores de tertulia del mundo, don Antonio Jiménez, el viernes por la noche en 13 TV!
Don José Antonio Rodríguez Sala, el alcalde socialista de Jun (Granada), dio ayer una muestra de lo que está pasando con esta sociedad a la que la experiencia que los demás han acumulado “se la trae floja”, el respeto a la gente mayor se ha perdido y lo que se anhela es la proyección mediática, lo inmediato, el usar y tirar.
El alcalde insultó a don José Luis Corcuera, ex ministro socialista, al ex alcalde de La Coruña, el socialista don Francisco Vázquez y, en general a los que él llamó “dinosaurios” y otras lindezas, vociferando e incluyendo en el des-calificativo a cualquiera que sea mayor, haya hecho lo que haya hecho a lo largo de su vida.
El menosprecio del caballero Rodríguez Sala hacia personas que han hecho mucho para que él esté donde está resulta suficiente como para calificarlo sin dudar. Es un cenutrio; alguien lento de entendederas que, además cree que es el “non plus ultra” de la modernidad porque en su pueblo ha instalado redes abiertas y celebra plenos
... hay redes que enredan...
de manera virtual con lo que deja fuera de juego a cualquier ciudadano que no esté al día en las tecnologías que llamamos nuevas como si esas tecnologías fueran la esencia de la vida en lugar de herramientas que pueden permitirnos ir a lo esencial de la vida. Por supuesto que los “modelnos” aplaudirán con las orejas todas esas novedades de lo virtual.
Algún contertulio, con cariño, le recordó que su apoyo al Secretario General del PSOE tiene no poco de “peloteo” ya que en ocasiones anteriores sus manifestaciones eran de signo radicalmente contrario a las que venía haciendo ahora. No hizo aprecio de lo que iba en contra de su criterio, ni siquiera para rebatirlo. Él se aferraba a los “tuits” que recibía en su aparato internáutico como si lo que decían lo que escribían los mensajes fuera el evangelio. No sé qué hubiera pasado si el aparatico se le llega a estropear en plena emisión.
Que el PSOE tiene una grave responsabilidad sobrevolándole es algo que nadie discute. Exactamente la misma que la del resto de partidos que conforman el hemiciclo. Si cada uno de ellos no consigue abstraerse de los árboles que le rodean, no serán capaces de ver el bosque que es necesario preservar a cualquier costa.
La falacia que ha montado el señor Sánchez, don Pedro, de decir que el señor Rajoy es el que tiene que formar gobierno y que si fracasa le tocará intentarlo al PSOE resulta un insulto a la inteligencia de cualquier ser humano cuando es él mismo el que se niega a hablar no sólo con el presidente en funciones, sino con el PP, con cualquiera que sea del PP. Los números ponen de relieve la hipocresía de esa afirmación y pretender hacer algo yendo “en contra de” no es la mejor manera de construir. De esto habrían de tomar nota el portavoz socialista señor Hernando Vera y el secretario de organización señor Luena los cuales no dan puntada sin hilo en sus declaraciones. Demasiado jóvenes para tener todos ellos tanta responsabilidad y, a mi entender, con un exceso de soberbia intelectual que raya en el menosprecio al resto de humanos. Yo creo que lo cierto es que su pretendida sapiencia no es otra cosa que desparpajo ante las cámaras; como el del pequeño Nicolás pero en cosas serias.

Si el señor Sánchez quiere pactar con el señor Iglesias, don Pablo –¡qué bonito Pedro y Pablo, otro PP!– ya sabe a lo que expone a su partido y lo que es más delicado, a España e incluso a él mismo; pero que deje de insultar cuando está a cubierto y que asuma la responsabilidad que, legalmente, ha dejado en sus manos la renuncia del señor Rajoy a la investidura.

lunes, 25 de enero de 2016

El cuento de la buena pipa... más o menos

Había una vez un grupo de amiguitos que se juntaban a jugar cada fin de semana. Los juegos a que se dedicaban eran la mar de inocentes: “veo, veo”, “a pillar”, “ que ensanchen la calle”, “churro, mediamanga, mangotero”, “marro”.
Unas veces jugaban a un juego sólo pero otras veces cambiaban a lo largo del tiempo de su juego porque en cada ocasión les apetecía experimentar nuevas emociones: cuando se ponían a jugar a “veo, veo” repasaban con cuidado todo lo que tenían alrededor y se contaban unos a otros todo lo que estaba mal, de manera que ponían a caldo a cualquiera que no tuviera las cosas como ellos creían que tenían que estar. Sobre todo a los demás grupos de amiguitos que jugaban a las mismas o parecidas cosas que a las que jugaban ellos.

Uno de los juegos que más practicaban era el de “a pillar”. Variaban las reglas –que era una cosa que les gustaba mucho– y determinaban, por ejemplo, que si jugaban entre ellos, con los demás de su grupo, el que resultaba pillado había de “pagar” hasta que él cogiera a otro; pero si jugaban con los otros chiquillos, al que había tenido la desventura de ser cogido, le insultaban, le golpeaban, le oponían en contra a todos los demás niños del pueblo. Era una manera de tener más unidos a los amigos y de tener atemorizados a los que no lo eran.
Como veían que casi siempre se salían con la suya, estaban convencidos de que tenían mucho predicamento entre los demás grupos de niños e incluso entre algunos mayores cuando lo que pasaba en realidad era que les temían, de vez en cuando jugaban en serio a “que ensanchen la calle” y era de ver cómo haciendo un fuerte cordón, con los brazos enlazados por los hombros, ocupaban todo el espacio de las calles por las que pasaban cantando: “que ensanchen la calle, que no pase nadie, que pasen mis abuelos, comiendo buñuelos, tortillas amarillas, que se caigan de rodillas”. Y lo llevaban a rajatabla haciendo caer de rodillas –incluso en sentido figurado– a los que osaban ponerse en el camino de los dominadores zagales.
Había un juego al que siempre jugaban con otros grupos: el de “churro mediamanga, mangotero” En ese juego, cuando les tocaba soportar el peso de los demás se dejaban caer una y otra vez haciendo imposible que los demás disfrutaran del gozo de ir arriba del marchito hasta que los de arriba bajaban la guardia o eran traicionados directamente por algún amíguete que no jugara y tenían que pasar a ser los que “pagaran”; entonces saltaban lo más alto posible procurando descargar el peso sobre los riñones de los que habían de soportar el castigo del juego. Las marrullerías de no dejar la mano en la zona del brazo bien definida, de cambiar de sitio arteramente la posición para evitar pagar eran moneda corriente porque sabían que el temor que causaban entre el resto hacía que los “testigos” atestiguaran a su favor.
Pero jugando al “marro” era cuando más “galiterías" acumulaban: siempre pretendían tener más “marro” que el contrario, no saltaban con los pies junto cuando habían pillado a un contrincante y siempre tocaban el pie del que saltaba cuando el pillado era uno de ellos.

De esta manera los demás grupos de amiguitos empezaron a negarse a jugar con ellos y parecía que su cuadrilla era la dueña del pueblo hasta que los mayores se dieron cuenta del peligro que suponían haciendo tantas trampas –incluso para ellos mismos– y decidieron dejarles sin jugar durante mucho tiempo. Entonces se lamentaban y decían que se les había tratado injustamente cuando habían sido ellos mismos los que, con su actitud habían conseguido que nadie quisiera jugar en su compañía. No sé si aprendieron la lección o no lo hicieron, pero en este caso hubiera demostrado que eran muy torpes.
Toni(n)"el de La Cuba"

lunes, 18 de enero de 2016

"Tíos" y gente fina

La Pardo Bazán, doña Emilia, una feminista “avant la lettre”, comprometida de verdad, no por postureo, ponía en boca de uno de sus personajes a finales del s.XIX esta frase acerca de la que voy a reflexionar hoy: “De los Pirineos acá, todos, sin excepción, somos salvajes, lo mismo las personas finas que los tíos”. No voy a entrar en el fondo del asunto ni de la opinión expresada en la frase, sino en el empleo de la palabra “tío” en contraposición a las “personas finas”.
...gente fina...
Aunque parezca mentira, el “tío” como apelativo ha perdurado a través del tiempo y muchos de los que hoy se llaman así tendrán, ciertamente, una gran extrañeza al conocer que lo que consideran ellos una “modernidad” que ya es rancia, era algo de uso normal en mil ochocientos y pico.
La única diferencia apreciable es la oposición que se advierte entre su utilización por la Pardo Bazán y el uso indiscriminado que del término se hace en estos tiempos nuestros; hoy todos somos “tío” por obra y gracia del lenguaje que difunden las “teles”, lo que significa que, en la mentalidad de doña Emilia, ninguno de nosotros somos “personas finas”.
Me temo que la señora Pardo acertaba de pleno al poner en boca de su personaje la frase que hemos visto. No quedan “personas finas” . Los que podríamos ser considerados medianamente educados ya no “molamos”, los que triunfan, los que son aplaudidos y aquéllos en los que se miran los jóvenes son los que basan su imagen en la entrepierna.
...¿molas tío?...
Hace algún tiempo un joven me decía absolutamente en serio, que él tenía como objetivo “salir en Gran Hermano” porque de esa manera lo iban a ir contratando en festejos populares, en programas de televisión de los de “casquería” y en fiestorros diversos en los que el intelecto tenga poco que ver. El plan de vida del perfecto macarra como paradigma de lo que se quiere llegar a ser en la vida.
Por desgracia hace tiempo que venimos errando como nación en la orientación que hemos de dar a nuestra sociedad. Ya es un tópico decir que desde hace cuarenta años venimos dando sopas con honda a los franceses en deporte; lo que no se dice es que en ese mismo tiempo nosotros hemos tenido un par de premios Nobel y ellos, “los pobrecitos franceses” , habrán conseguido no menos de cuarenta. Y mientras nuestra sociedad se regocija con los triunfos de sus deportistas y se mira el ombligo, la sociedad francesa exige cada vez más en la formación de sus jóvenes en cualquier campo en el que se invierta el dinero público. Igualito que aquí.
Hay quien afirma –la misma Pardo Bazán entre ellos– que es el sol el responsable de este comportamiento social, de estas actitudes ante la vida. Para mí tengo que no sólo es eso porque las épocas por las que hemos ido pasando han dado unos resultados u otros siempre condicionados por la educación de los ciudadanos, de la masa social a la que llamamos pueblo; unas veces porque por imitación a la aristocracia –cuando esta clase social ha sido digna de ser imitada– y otras veces por los propios méritos de quienes se han esforzado por mejorarse y de ese modo mejorar al conjunto.

Ahora, la aristocracia ha sido sustituida por la clase política y los comportamientos de una parte representativa de este grupo –por fortuna no abundante pero no escasa aunque sólo con uno de éstos ya sería suficiente para ser demasiados– no son los más adecuados para que sirvan de ejemplo a seguir. Aunque sólo fuera por eso, hay que exigir claridad sin prebendas y justicia sin malas artes de leguleyos porque no vaya a creerse algún ingenuo que si a él lo pillan con las manos en la masa va a tener el mismo tratamiento que si el pillado ha sido alguien con tratamiento de excelentísimo, honorable o cualquiera de los que aplicamos a las personas que consideramos por encima del resto… hasta que nos damos cuenta de que sólo el intelecto orientado al Bien, a la Verdad y a la Belleza es merecedor de tener esa consideración de superioridad

miércoles, 13 de enero de 2016

La Leyenda del Horror

Ésta es la extraordinaria y verdadera historia del Horror del Chorrador del Bicho, por donde pasamos dando algún paseo, sin conocer lo que se contaba en nuestro pueblo después de cenar cuando el viento de las noches frías de invierno ululaba entre las ramas de los pinos y hacía que se agitaran alborotadas las ramas peladas del Olmo. 

 Porque desde que los hechos acontecieron, los mayores, los padres y los abuelos fueron contándola a los pequeños que se apretujaban alrededor de la lumbre del hogar para enseñarles que no se debe jugar con las cosas que están más allá del conocimiento del hombre.

Las llamas nos fascinaban a todos y ponían cabrillas en las piernas y sabañones en los pies mientras las espaldas permanecían sumidas en la oscuridad -donde bailaban las sombras de los que estábamos intentando calentarnos- y se confundían  quién sabe si con algún mal que hubiera entrado en la casa.

“Una mujeruca que vivía en la última de las casuchas de la Rocha del Pote era conocedora de fórmulas secretas y de sortilegios que nadie en el pueblo -y muy pocos fuera de él- sabían. Se enteraba por medio de sus malas artes de las aventuras y trapisondas de cada una de las familias del pueblo -siempre hay trapisondas hasta en los pueblos más pequeños- y conocía, por ejemplo, que tal chiquillo no era hijo del que creía ser su padre, porque la madre ya estaba encinta de otro hombre cuando se habían casado. Era remendadora de virgos y por unos cuantos cuartos echaba mal de ojo a cualquiera que fuera mal querido por aquél que le pagara.
La mujer era contrahecha y ese era el mote con el que la conocía todo el mundo aunque nadie osaba decírselo a la cara; La Contrahecha Su barbilla casi le tocaba la punta de la nariz. Siempre llevaba un palo a modo de bastón que los vecinos decían que era el instrumento con el que volaba en las noches de aquelarre acercándose al Cantal de Altura o a cualquier otro de los lugares en los que sus compañeras de la comarca se reunían para intercambiar novedades de filtros, pócimas, conjuros y maleficios.
Durante una Semana Santa en la que un fraile predicador  con fama de milagrero llegó al pueblo,  las buenas gentes, confortadas por la palabra que les llegaba desde el púlpito en las prédicas que les hizo desde él, llegaron al convencimiento de que la bruja no tenía más poder que el que sus miedos le permitían y, por lo tanto no tenían por qué plegarse a las peticiones ni a los caprichos de la malvada mujer. Ante la evidencia de que cada vez perdía más adeptos, ella hizo que los ratones invadieran la iglesia durante uno de los sermones con el propósito de que el fraile, a la vista de sus poderes, abandonara el lugar y dejara a merced de sus malas artes a la pobre grey que habitaba Navajas.
El fraile no se arredró lo más mínimo ante la barahúnda que se produjo cuando sus feligreses notaron en las piernas el roce de los cuerpos peludos y los arañazos de las indeseadas uñas de las ratas que se extendían como una manta por el suelo del templo. Dominando el deseo muy natural de salir corriendo, el predicador invocó a Nuestro Señor con una oración dicha a voz en grito: “¡Señor! Por tu Pasión que ahora celebramos, haz que las fuerzas del mal se vuelvan contra el Mal mismo”. Las ratas, al oír las palabras del fraile, se volvieron como una ola cuando refluye, hacia la puerta de la iglesia y algún vecino que pasaba por la calle contó que había visto correr a una gran cantidad de ellas por la calle de San José abajo y al mismo número, más o menos, por la calle de la Higuera. Los animales, tras el ruego, que sonó para ellas como una orden, eran como un ejército dispuesto a arrasar al enemigo y siguiendo una estrategia imparable cortaban las posibilidades de huida del enemigo atacando su posición por dos flancos simultáneamente. Al poco de cerrar esta maniobra envolvente se escucharon los gritos de desesperación, gritos de angustia, estremecedores, horrísonos, en la casucha de la Rocha del Pote. Ningún vecino acudió a ellos porque el espanto se apoderó de todas las mentes y nadie de los que  conocían de sobra las malas artes de La Contrahecha hubiera movido un solo dedo para ayudarle.
Cuando cesaron los gritos entraron los vecinos en tropel con el fraile al frente y se encontraron con un macabro espectáculo; había desaparecido el ojo derecho de la malvada mujer y en su lugar quedaba un agujero por el que entraban y salían a su antojo las alimañas que hurgaban entre los sesos emitiendo pequeños gritos que hacía temblar los ánimos más esforzados. El ojo izquierdo, cerrado, estaba tapado por trozos de piel descolgados de las mejillas, la mandíbula inferior había desaparecido igual que la nariz de la que quedaba apenas un colgajo de jirones sanguinolentos que causaba una tremenda repulsión a cualquiera que lo contemplara.  
Al ver los destrozos  que las ratas habían hecho en el cuerpo y el rostro de la infortunada el hombre de Dios se apiadó de ella y rogó en voz alta: “Señor, perdónala pero no dejes que pueda volver a hacer mal alguno”. No bien hubo terminado de decir estas palabras cuando una tiniebla más negra que la noche invadió el cuartucho y las ratas, cargando sobre su cuerpo el peso de la hechicera la sacaron de la casa, cuesta abajo, emprendiendo el camino del Nogueral en un cortejo fúnebre que llevaba el cadáver -los restos del Mal- sobre sus lomos apestosos.
Al llegar al Chorrador del Bicho, un ruido extraordinario puso el horror en las almas de cuantos habían seguido el extraordinario camino de las ratas y un gran vendaval levantó a la bruja estampándola contra las peñas que allí había entre los chillidos de las ratas que fueron condenadas con ella a las profundidades de la roca. Su cara, desfigurada por el ataque de la furia del Mal, estaba reproducida en la pared.
"...de su ojo derecho se había formado un trasgo..."
Su  ojo derecho era ahora la boca abierta de un trasgo hijo suyo que había concebido con el Diablo. El ojo izquierdo era, ahora una masa tumefacta que daba origen a una nueva cara... la multiformidad de los espíritus 
malignos.
Algunos afirman que no era un trasgo sino un wendigo que había vuelto desde América embarcado como polizonte en una de la carabelas de los descubridores, porque se había quedado sin comida humana -él que sólo comía carne de otros hombres- en las frías tierras del norte de América de donde procedía. 
Entre las pertenencias de la bruja halladas en su casa se encontró un frasco que contenía lo que llamaba la maldita mujer “leche del Diablo", pero que realmente no era sino jugo de estramonio que frotaba contra su sexo en las orgías en las participaba a menudo la bruja con otras como ella adorando al macho cabrío”.

Aún se me pone la carne de gallina cada vez que recuerdo el relato de esta leyenda al amor de la lumbre, sintiendo el calor del fuego en la cara y el frío de la noche a mis espaldas como el hálito de un ser infame que emergiera de las sombras.

jueves, 7 de enero de 2016

Yo NO soy "Charlie Hebdo"

Hace un año, por estas fechas, la gente vivía feliz y confiada en una  Europa ahíta y des-valorizada en la que la mayor ambición de la mayoría de sus ciudadanos era pasarlo bien. En España, desde hace mucho tiempo –demasiado a mi entender– el paradigma de los valores en los que se sustenta la mayor parte de la población se resume de manera un tanto rústica en el aserto: “De esta vida sacarás tripa llena y nada más”, toma castaña.
De pronto, el día después de Reyes nos sacudió una noticia que dejó helado, al menos, a todo el mundo occidental: el atentado contra el semanario satírico “Charlie Hebdo”. Recuerdo que estuve pegado al televisor hasta el desenlace de los acontecimientos del día mientras deploraba en mi interior la barbaridad que supuso la matanza de las once personas que fueron asesinadas en la redacción. Nunca fue “Charlie” santo de mi devoción, pero lo criminal del atentado me predispuso a su favor; pedí a mis amigos franceses que me consiguieran un número de los que salieron a la venta y me enviaron dos. Sigo estando en contra de los que asesinan, sea en nombre de lo que sea, a la vez que considero que los que matan sin compasión, habrían de morir del mismo modo; una contradicción que tengo sin resolver.
Inmediatamente después del primer ataque de indignación, de cólera, lo que leía en la prensa o en la correspondencia con mis amigos me fueron convenciendo de que yo no era “Charlie Hebdo” porque me identificaba más con Ahmed, el policía francés de religión musulmana, integrado en la sociedad francesa que fue rematado por los que profesaban el mismo credo que él, de un tiro en la cabeza cuando estaba en el suelo y desarmado. Ahmed es, para mí, el símbolo auténtico, la auténtica víctima de un estado de cosas que parte de la miseria de unos, de la “tripa llena” de otros y de una sociedad que resulta ser profundamente injusta con sus ciudadanos; Ahmed es el cordero que sacrificamos en el altar de nuestro egoísmo.
Ahora leo en la prensa que los de “Charlie” van a publicar un número especial para conmemorar el aniversario de la desmesura que ocurrió hace un año y que se llevó por delante a un montón de personas, con una portada en la que representan a un Dios caricaturesco y ensangrentado, con un fusil ametrallador a la espalda y en actitud de huída. No pongo aquí el dibujo por no hacerles publicidad entre los tres o cuatro que me leen. El texto que acompaña al dibujo de Riss –el actual director de la revista– es ofensivo: “Un año después el asesino sigue suelto”.
Tengo para mí que la libertad de expresión tiene un límite y pienso que el señor Riss, los que le siguen y los que le jalean se han pasado unos cuantos pueblos de lo permisible. Cuando un derecho se usa sin control ni límite se transforma en abuso; precisamente el que creo que cometen los “charliadeptos”. Si no es lícito responder con violencia a la violencia tampoco habría de serlo ejercerla; de ningún tipo, ni verbal, ni escrita, ni intelectual porque siempre existirán pobres tontos que llevados de su abdicación mental y de su progresía mal digerida o de su soberbia intelectual, su mundo ficticio, de ficción, que de todo hay, crean que los “riss”–la minúscula es intencionada y compañía hacen las cosas bien, cuando lo que hacen es suscitar el odio por el ataque a unas ideas que son respetables, mucho más que las suyas propias porque estos pájaros sólo saben ir contra, nunca a favor. Basta de negativismos, pues. El que mata no es Dios –ese Dios que ellos niegan, lo que no deja de tener su gracia por hacer, con esa contradicción en la que incurren, un razonamiento imposible– sino el hombre, los hombres llevados por la deformación que de Dios han hecho ellos mismos u otros como ellos.

YO NO SOY “CHARLIE HEBDO”, nunca lo he sido y no quiero que mis amigos franceses me reserven ejemplares de la bazofia que los "charlines" están a punto de poner en el mercado.
Toni(n) "el de La Cuba"

viernes, 1 de enero de 2016

LOS PACTOS

Estoy leyendo “Testimonio de dos guerras” de Manuel Tagüeña Lacorte, un combatiente afiliado al Partido Comunista, que llegó a ser teniente coronel del bando republicano en la guerra incivil y que tiempo después, ya en el exilio, escribió en Méjico su testimonio acerca de las cosas que había vivido. Creo que el momento en que he empezado a leerlo no puede ser más oportuno porque, además de contar sin apenas partidismo lo que vivió, desvela algunas cosas interesantes acerca de las relaciones entre los diferentes partidos que integraron el llamado Frente Popular. Alguna de esas maneras de relacionarse con el resto parece que no las conoce el PSOE actual. En la página 133 leo textualmente: “Como no se llegó a la victoria, no hubo oportunidad para pasar a la inevitable segunda etapa de la política estalinista de Frente Popular, eliminación de los partidos aliados y toma del poder”.
En mi opinión el conglomerado que maneja “Podemos” es lo más parecido al Frente Popular que puede darse en estos momentos y el señor Sánchez, don Pedro, está jugando con él –contando con la complacencia, la falta de visión de Estado o la anomia de sus compañeros de Comisión Ejecutiva Federal– a aprendiz de brujo cuando ya se sabe lo que pasa cuando se juega a estas cosas.
Bien está seguir lo que es preceptivo en las cosas de la política, pero montar el paripé que han montado siguiendo escrupulosamente los tiempos de la política sólo beneficia a sus teóricos “aliados”. Pretender que el partido más votado consiga un gobierno estable sin aliarse con el segundo, que es el PSOE, es pretender lo imposible matemático; pero que la Comisión Ejecutiva Federal dé su placet a que el señor Sánchez, don Pedro –al negarse a pactar con el PP y éste quede sin poder gobernar– proceda a la formación de un gobierno cuando las combinaciones se antojan imposibles, es algo que raya en el sarcasmo.
...o se ponen de acuerdo o no comen...
Nadie puede salir beneficiado de una situación así y lo primero que han de tener en cuenta los políticos –muy por delante de la consecución de objetivos personales o de partido– ha de ser la consecución del bien común.
Veamos la situación: El PP no podrá formar un gobierno que garantice la gobernanza y la gobernabilidad del estado sin contar con el apoyo del PSOE; pero éste, sin contar con el PP, no podrá formar gobierno sino recurriendo a “Podemos” con la inclusión de los votos del resto de partidos afines. Tarea difícil en la que el que la emprenda puede estar cayendo en la trampa que describía el teniente coronel Tagüeña, en la que quien la intente se dejará, sin duda, los pelos en la gatera.
La situación se asemeja mucho a la de un gallinero en el que dos gallos se disputan la hegemonía; pero no es ésto lo que está esperando no sólo la mayoría de los ciudadanos sino buena parte de los votantes del PSOE. Hacer política “contra” es malo porque lo que necesitamos todos es que se esté “a favor” de España, aunque este nombre levante ronchas y sarpullidos en algunas gentes.
En mi estimación un triple pacto PP, PSOE y Ciudadanos llegaría a ser beneficioso para España porque tienen más elementos afines y un tripartito de afines contribuiría a limpiar el ambiente político sin tirar por la borda lo que se ha conseguido en el terreno económico y construyendo los aspectos sociales más dañados.

Los próximos días serán determinantes para pasar de una manera u otra los próximos años. Si PSOE y PP no pactan, al gobierno que salga de los pactos no le auguro una vida más allá de los dos años. Y habrá que pedir responsabilidades no sólo políticas a los que no hayan querido entenderse para llegar a acuerdos.
¿Feliz Año Nuevo?
Toni(n) "el de La Cuba" (que el otro día se me olvidó firmar)