jueves, 29 de diciembre de 2016

Temis domini

Se ha producido recientemente –al menos en mi conocimiento– la aparición de un autor, o autora, que bajo el seudónimo de “Temis domini” (sic) expresa su opinión en alguna red social acerca de lo que viene aconteciendo en el pueblo y pone de relieve lo que le parece que está mal en la gestión que lleva adelante el partido político que tiene la responsabilidad de gobernar el pueblo desde que ganó la alcaldía en las últimas elecciones municipales.
Vaya por delante que siempre desprecio la opinión de los que se ocultan bajo el anónimo y disminuye en mi aprecio el que emplea un seudónimo de difícil identificación para expresar lo que piensa incluso si lo hace de manera ordenada y dentro de los límites de la buena educación; pero es moneda corriente en estos días escribir en las redes sociales, en internet, utilizando un seudónimo cuyo uso puede tener motivaciones diferentes: puede ser por no dar a conocer a los cuatro vientos la identidad de uno, aunque sí la conozcan los amigos y lectores asíduos, por malicia porque lo escrito avergüenza al que lo escribe o… por miedo.

Yo, que tengo abiertos un par de cuadernos de esos a los que llaman “blogs” los que saben inglés, utilizo seudónimos en ellos por no proclamar “urbi et orbi” mi identidad; no obstante, en este escrito y en el resto de los que aparecen aquí queda claro que en el ámbito al que me dirijo todo el mundo sabe quién es “Toni(n) el de la Cuba” o, al menos, eso pienso.
No es el caso de “Temis domini”. Las personas con las que he hablado de los escritos de quienquiera que sea quien así firma hacen conjeturas acerca de la identidad de quien pueda estar detrás de ese seudónimo. Creo que el autor no quiere darse a conocer por miedo. Cierto es que que en ese aspecto cada uno se coge el que quiere pero él mismo lo ha escrito en más de una oportunidad. “Temis domini” tiene miedo de que se conozca quién es porque teme represalias por parte de aquellos a los que “Toni(n) el de la Cuba”  ¿Qué clase de represalias? “Temis” lo sabrá; pero temer que algo le puede pasar a uno por expresar una opinión de manera clara y educada es impropio de los que vivimos en un estado de derecho. Algo no funciona bien cuando ésto ocurre y funciona mal cuando acontece en un lugar tan pequeño como nuestro pueblo.
Por los indicios que puedo analizar de sus escritos deduzco que Temis es una persona vinculada al pueblo pero no necesariamente del pueblo. Si ha nacido aquí es posible que se trate de alguien que ha pasado bastante tiempo fuera de Navajas y que a la vuelta se haya topado con que lo que esperaba encontrar ya no existe. Se queja de fractura social y una de sus aspiraciones es que el Ayuntamiento haga las cosas que en su opinión cree que deben hacerse. Y de ahí se genera el conflicto: los partidarios de defender la gestión del ayuntamiento culpan a la “herencia recibida” de la inmovilidad a la que se ven forzados y Temis afirma que ya sabían cuál era el problema con el que se iban a encontrar. Luego, el asunto se escapa de las manos de unos y otros y se llega a descalificaciones de tipo personal que sólo contribuyen a fomentar lo que se critica: la fractura social.

En mi opinión cualquier persona bien nacida debe querer, de entre lo bueno, lo que sea mejor para su pueblo; la dificultad estriba en determinar qué es lo mejor en cada caso. Una vez que se hubiera llegado a un consenso en la determinación de ese objetivo hay que abordar el cómo y habrá que llegar de nuevo a acuerdos en cuanto a vías de solución, tiempos de ejecución, apoyos … y sacrificios que haya que hacer, si es que hay que hacerlos. Lo que no es admisible es que sigamos aún con el “y tú más”, que no conduce a sitio alguno. La división de esfuerzos conduce a la debilidad y el análisis excesivo a la parálisis efectiva.  Dejen de mirarse unos a otros de reojo y pónganse a buscar soluciones a los problemas del pueblo. Es urgente. Determinar los culpables es tarea de la Justicia.
¡Ah! Feliz Año Nuevo a todos, que 2016 vino de nalgas...
“Toni(n) el de la Cuba” 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Hartito me tienen...

No paran de hablar. Políticos de toda clase y condición se dedican a hablar porque para ellos “la política es diálogo”; pero –como ocurre siempre que a alguien le falte la formación necesaria para hacerse entender– confunden diálogo que significa intercambio de ideas, comunicación, respeto, con cháchara que no es otra cosa que la conversación frívola e intrascendente que termina por ser un monólogo machacón, insistente y sin sustancia,
Los vemos y los oimos en las pantallas de la televisiónj, en los programas de radio, en los foros de todo tipo, en los bares, en los actos oficiales y en los ayuntamientos. No paran. Todo es hablar y hablar para culpar a los demás –a los otros– de todos los males habidos y por haber.
La pregunta –fácil– es ¿no sería mejor que el tiempo que pierden en despotricar y buscar culpables lo emplearan en trabajar para hallar soluciones a los problemas que afectan a los ciudadanos? Ya sabemos todos que los anteriores lo hicieron muy mal y eran unos manirrotos que dejaron las arcas exhaustas, pero, sabido ésto ¿nos sentamos a lamernos las heridas o hacemos algo para recuperar lo que es recuperable?

Por otra parte, cuando alguno de los que pululan por los centros de poder tiene una ocurrencia que parece “molona” al resto de sus “compis” y deciden ponerla en práctica no hay diálogo capaz de disuadirles de su idea. Así es que en cuanto se les niega el “caprichito” no basta con que la justicia diga que no es que se les niegue, es que no se les puede dar porque contravendría las normas de la convivencia más elemental, en lugar de ponerse a trabajar para conseguir el cambio de esa norma, se enfurruñan, se inventan derechos y aplican su monomanía a lograr que su deseo sea satisfecho por quien no puede satisfacerlo sin ponerse, a su vez, fuera de la Ley.
Lo que pretenden los que preconizan el diálogo a ultranza es que las cosas se eternicen y que triunfe la opción de los que más se empecinan en conseguir la Luna si se les mete entre las cejas. Sin límites que establezcan el final de las discusiones éstas se eternizan y terminan desvirtuando el sentido que pudieran tener cuando empezaron.

En resumen, el diálogo está bien, pero hablar por no estar callados, ¿conduce a algo? Lo decía el clásico: “Facta, non verba”, hechos, no palabras.

Toni(n) el de “La Cuba”