lunes, 28 de diciembre de 2015

¿Y ahora qué?

Un amigo que reside temporalmente fuera de España me hizo la pregunta que da título a esta entrada al día siguiente de haber conocido el resultado de las elecciones del pasado día 20. Le respondí del modo que aquí traigo.

No sé si estarás de acuerdo conmigo en que desde Marx, don Carlos, –e incluso desde antes– la política y la economía van tan estrechamente unidas que no se sabe dónde acaba una y dónde empieza otra.
Ningún partido político será capaz de salirse un milímetro en sus planteamientos de lo que se entiende como “bueno” –en el sentido material– para los ciudadanos. Podrán disentir en la manera de llevar a cabo lo que se pregonan como “bueno”, pero a ninguno se le ocurrirá decir que piensa aumentar el paro o que la inflación gobernando él se disparará o que será desatendido uno sólo de los ciudadanos que tienen derechos por el simple hecho de haber nacido, ¡faltaría más! Y ésto lo dicen aún a sabiendas de que no hay medios materiales para cumplirlo, a sabiendas de que tendrán que aumentar el paro porque el capital quiere una mayor remuneración a su presencia o… por lo que sea.
Apenas han pasado unas horas del revoltijo que “hemos elegido” los españoles y el IBEX ha caído tres puntos y la prima de riesgo ha aumentado veinte. Demostración clara y palmaria de lo que decía antes porque el dinero es cobarde y en cuanto sopla una brisa que riza la superficie del mar, piensa en una tormenta tropical y… se pone a salvo en tierra.
Cuando empiece a arreciar el temporal en los próximos días en los que se verá la incapacidad visceral de pacto de nuestros líderes –qué risa– porque también piensan con las tripas, se van a perder –en semanas– buena parte de los logros que se habían conseguido en años –bastantes logros, pero no los suficientes para salir del pozo–  y entonces los ciudadanos nos enfadaremos mucho… para no conseguir nada porque el mal ya estará hecho.
Ahora es cuando echo en falta que hubiera por aquí un De Gaulle que fuera capaz de concitar las voluntades de todos hacia el bien común; pero eso en España es impensable porque aquí De Gaulle somos todos y cada uno de nosotros que no estaremos de acuerdo con lo que el otro De Gaulle proponga; aunque tenga razón.
Como creo en los milagros, voy a esperar que al señor Sánchez y al señor Rajoy alguien les diga que un pacto de los dos arrasaría o al menos, dejaría fuera del juego al señor Rivera y al señor Iglesias que son los que les han estado tocando los “bollocks” cuando menos falta hacía separar fuerzas. Al menos, a los emergentes se les puede tildar de inoportunos.
Pienso que el bipartidismo es, en este momento, el menor de los males que aquejan a Expaña –es correcto el término– y que a ambos líderes –otra vez ¡qué risa!– se les presenta una ocasión única para pasar a la Historia como alguien que ha servido para algo en política nacional. Sólo recuerdo que hayan tenido un comportamiento así las Cortes Franquistas haciéndose el sepuku para permitir la reforma democrática, pero no es el caso.
¿Será posible?
El pacto que propongo es imposible con el actual escenario. El PSOE tendría que defenestrar por vía de urgencia al señor Sánchez porque con él arriba el pacto es imposible. Y no digo al señor Rajoy porque ésta, a fin de cuentas es el más votado y, por tanto al que se le va a encargar la formación de un gobierno, tarea en la que fracasará, o conseguirá un gobierno tan débil que será como no poder gobernar.

Tendremos que seguir esperando contra toda esperanza los acontecimientos que vengan.

¡Feliz Año Nuevo! (es un decir...)
Toni(n) "el de  La Cuba"

sábado, 26 de diciembre de 2015

El debate

Esta entrada fue escrita después de celebrado el debate al que se refiere. Dejé pasar un par de días para tener perspectiva. La publico después de las elecciones porque aunque sé que los periodistas dicen que una noticia mata a la anterior, creo que lo escrito, escrito queda para bien o para mal. Aseguro que no es una inocentada, así es que si alguien se atreve con el "ladrillo"...

Aún está lleno de sangre fresca el estudio de la Academia de televisión y cada uno “echa la suya” acerca del vencedor del debate. Los vencedores me preocupan poco porque, de nuevo, los que han perdido han sido: las cosas bien hechas, el sentido de Estado, la ética y la estética —no hay una sin la otra— y como resumen, los gobernados.
Me apetece analizar el “debate” desde diferentes puntos de vista:
La necesidad de debatir es algo que va con la civilización. Si entendemos que civilizar al hombre es crearle nuevas necesidades, nos están civilizando “a modo”. Ahí, en ese tercio de la lidia llevan ventaja los más jóvenes —alguno de los cuales ha participado en debates de verdad y si no que se lo pregunten a Albert Rivera— aunque no sea el caso del señor Sánchez, don Pedro, al que, por lo visto, le van más las discusiones tabernarias de los viejos socialistas irredentos de las zonas rurales. 
De dos que no se escuchan no pueden salir acuerdos
En nuestro afán por modernizarnos hemos pasado de la nada al todo, de hacer del período electoral un tiempo en el que se reproducía sobre las mesas la lucha de clases a transformar en espectáculo mediático cuanto rodea a los candidatos y sus circunstancias. Millones de ojos escrutan el menor gesto, la misma cantidad de oídos perciben cualquier matiz de la entonación, la mitad de cerebros interpretan —cada uno según su leal saber y entender— la información que les ha llegado por ojos y oídos; hay quienes dicen ser capaces de determinar el estado de ánimo de los contendientes —porque se ha mezclado “debate” con “contienda” hasta confundirlos— observando el lenguaje “no verbal” la “expresión corporal” y “lo gestual” de cada uno de los que se someten a los ojos implacables de las cámaras.
El enfoque del líder del PSOE fue el de alguien que, ahogándose, divisa a otro que nada hacia un lugar seguro y se aferra a él sin importarle otra cosa que su conveniencia aunque con su acción consiga que nadie se salve del naufragio.
Tuvo una actuación de mala educación, impropia de un pretendido hombre de estado, que lo calificó. Su actitud fue más propia de una discusión de taberna que la que se espera de quien pretende ser presidente del gobierno. Las interpretaciones de que dijo lo que millones de personas quisieran decir al actual presidente del gobierno en funciones sólo demuestra que, en su opinión, hay millones de españoles tan mal educados como él.
Lo que hizo Pedro Sánchez, a mi entender, fue dar oxígeno a los dos no intervinieres en el debate, es decir, avivar el fuego de la hoguera en la que él está siendo cocido.
El presidente en funciones demostró, una vez más, que no es hombre de debates en el enfrentamiento directo. Respondió al insulto pretendiendo que el hecho de decir al adversario “no se lo admito” —que hubiera sido entendido por alguien que tuviera una actitud menos zafia que la que prepararon los asesores del  señor  Sánchez para dar la batalla en este pretendido “debate”— iba a resultar suficiente para que el otro cambiara el cariz de su discurso. Pero se equivocó y en unas elecciones “mediáticas” estos errores se pagan caros. Si hubiera aguantado el torrente de improperios y una vez agotado el caudal de la porquería vertida hubiera puesto de manifiesto la desesperación del insultador causada por la difícil situación por la que atraviesa su liderazgo, hubiera terminado con las posibilidades de su rival.
La salida en tromba de Pedro Sánchez arrolló a Mariano Rajoy que esperaba un debate de ideas y no una riña. En mi opinión reaccionó mal y descendió al nivel al que no puede bajar un hombre que tiene las responsabilidades de gobierno que él ostenta. No solo replicó, sino que hubo un instante en el que retó a su adversario: “si usted quiere debatir en estos términos vamos a hacerlo…” fue lo que dijo, en lugar de poner de relieve su decisión de hablar de lo que interesara a los españoles.
Como ya he dicho, don Mariano “entró al trapo” y ahí se llevó todas en la misma parte de la cara como un adelanto de la que le dio días después un mozalbete mal educado de los que abundan entre los posibles futuros electores
Lo que hizo bien Rajoy, en mi opinión, fue lo que muchos le reprochan: mantener hasta donde le fue posible la calma e intentar llevar el rifirrafe a campos de diálogo. Resulta curioso comprobar cómo los que preconizan el diálogo se empeñan en no mantenerlo en términos civilizados cuando tienen pocas cosas que aportar en su favor. 
Los que se lo debieron pasar “de muerte” fueron Pablo y Albert a los que los debatientes dieron argumentos suficientes como para poder preguntar a los españoles al día siguiente: ¿veis como los partidos políticos viejos se enzarzan en cuestiones de segundo orden? ¿veis como sólo se preocupan de desprestigiar al otro en lugar de preocuparse por lo que os importa?
El debate a dos benefició a los que no debatieron
Claro, que esto se lo pueden permitir ahora por la torpeza de los dos que debatieron … y la del moderador convertido en estatua de sal cuando hubo momentos durante los que los espectadores no podíamos entender más que la riña de gatos; pero ¿podrán mantenerse puros los nuevos políticos? ¿no serán fagocitados por la maquinaria europea? Es una reflexión que nos propone el debate para la que se pueden adivinar flecos de respuestas
Tendremos que ir habituándonos a contar con las redes sociales que vienen a ser el reflejo de la nueva democracia; en ellas todas las opiniones tienen cabida y por más que el sabio las exprese bien fundadas será el ocurrente el que se lleve el gato al agua de las simpatías de los que conforman esas audiencias que dan o quitan –querámoslo o no– simpatías a unos o a otros.
Todo esto no es otra cosa que el anticipo de los nuevos debates, que habrán de tener en cuentas las tendencias –los “trending topic” que dicen los “modelnos”– que vayan mostrando las redes sociales y lo que es más previsible, el nuevo sistema de votación  o de referenda que, por la facilidad y economía de su puesta en marcha, entreveo a la vuelta de la esquina.

Toni(n) “el de La Cuba”

jueves, 24 de diciembre de 2015

¿Es peligroso asomarse al exterior?


Hace ya bastante tiempo me sorprendió de manera muy agradable la lectura de un texto escrito por alguien muy querido por mí. He escrito "me sorprendió" y no he sido exacto; más bien me regocijó entender el discurso que en él se contenía, tanto que le dediqué un programa de radio que hice hace unos años.  Porque vivimos tiempos en los que las tribulaciones no nos son ajenas -nunca lo han sido para el ser humano- y porque el escrito aporta una ráfaga de aire fresco he querido compartirlo ahora con quienes tengan la paciencia de seguirme. Que lo disfruten ustedes ya que no les ha tocado la lotería.
Toni (n) "el de La Cuba"
"Los viejos trenes de cercanías eran unos cacharros pesados y amazacotados, pintados de verde y plata, que olían a grasa y al olor ligeramente dulce del metal caliente. Los asientos, que más parecían losas de una morgue con respaldo, estaban forrados de un plástico verde espinaca en el que te quedabas pegado durante el calor pegajoso del verano, pero que a cambio resbalaban como anguilas durante los días de frío punzante del invierno. Las ventanas - de guillotina - portaban tal cantidad de sedimento (una mezcla negra de roña, ceniza, tierra y restos orgánicos que hubiera hecho las delicias de Oparin) que era difícil ver al través. Y bajo cada ventana, una chapita blanca con letras rojas en troquel proclamaba severa: “Es peligroso asomarse al exterior”.

A decir verdad, el peligro más inmediato era romperse un dedo o dos en el intento de abrir la ventana para escapar del aliento cálido, casi plutónico, que escapaba por las rejillas de los radiadores. Pero la frase de la chapita abollada se me depositó en un rincón del cerebro como el sedimento negro de las ventanas, y allí se quedó. Y la volví a recordar cuando hace ya algún tiempo leí el titular del descubrimiento de otro planeta extrasolar; y ya llevamos casi setecientos.
Uno pensaría que tras seiscientos noventa y pico planetas orbitando estrellas que no son nuestro viejo sol amarillo, los astrónomos estarían, a estas alturas, un poco hartos. Pero no. La noticia fue recibida con alborozo, palmadas en la espalda, y versiones en todos los idiomas de “¿Has visto lo del planeta?” dichas de viva voz, por teléfono, por carta, o de las mil maneras que internet pone a nuestro alcance. Hay dos razones para este regocijo, y son, aparentemente, contradictorias. Una de ellas es obvia: la prueba (que, aunque parezca de perogrullo, necesitábamos) de que otras estrellas tienen planetas orbitando a su alrededor, como hacemos nosotros. La otra, menos obvia, es que de momento los sistemas estrella-planeta descubiertos no se parecen mucho al nuestro. O sea: por un lado se nos dice “no somos tan especiales”. Por otro lado, se nos dice “podríamos serlo”.
Asomarnos al exterior trae estas cosas, y no nos queda más remedio que asumirlo: la incertidumbre es parte del riesgo. Cada vez que alguien se asoma y mira, lo que se suele caer, más que una duda, es una falsa certeza. 
Esto es, en cierto modo, un problema. Cuando Copérnico se asomó, nos quitó el centro del sistema solar. Se asomó Newton y nos quitó el centro del Universo. Se asomó Darwin, y nos quitó la cima de la escala evolutiva. Cada nuevo descubrimiento, desde los planetas extrasolares hasta el análisis del genoma humano, nos desinfla un poco más el ego al mostrarnos con claridad de luz de magnesio que, en fin... No somos para tanto. 
Se diría que los que se van asomando nos van arrinconando cada vez más hasta dejarnos con la sensación de ser una mota de hollín en la ventana sucia del universo. Se diría, en suma, que “Es peligroso asomarse al exterior”, ¿no?
No. Esas exaltadas posiciones centrales y supinas pueden irse a hacer gárgaras. El centro del sistema solar está bien donde está; el centro del Universo puede seguir en su sitio; que un mal rayo parta a la escala evolutiva con el Homo sapiens en la cima, y bienvenidas las ideas de Darwin que nos dieron el regalo de una nueva perspectiva. No es sólo que siempre sea preferible una prueba a un engaño, una hipótesis a una invención, o una respuesta a una pregunta. Es que hay un factor crucial en toda esta larga lista de lecciones de humildad que se nos suele escapar.
Somos nosotros los que nos asomamos.
Esto no es trivial: en todo el universo, que nosotros sepamos, somos la única especie que está mirando más allá de su próxima comida. Ese Homo sapiens que ha sabido, acertadamente, colocarse, no como objeto último de la evolución, sino como una de sus consecuencias, es la única criatura de la que tenemos constancia que, desde este punto azul pálido que llamamos Tierra, se hace preguntas y busca activamente las respuestas. Y no necesariamente mirando a las estrellas más lejanas. Se asoma tanto la astrónoma que interpreta los datos de un radiotelescopio como el doctor que examina un virus, el escritor que busca el giro adecuado para una frase, el maestro que lucha por hacer entender un concepto a sus alumnos, o la pintora que plasma en un cuadro un trozo de verdad que los demás no hemos visto. Nos asomamos a ese peligroso exterior cada vez que buscamos algo nuevo en un entorno familiar, o algo familiar en un entorno nuevo. Cada vez que nos movemos mentalmente y extendemos un poco más nuestro horizonte, o el de los demás, hemos dejado atrás el aviso de la chapita de letras rojas. 
El aviso, la verdad sea dicha, no está de más: es ciertamente peligroso asomarse al exterior. A veces nos quita la vida, o la felicidad, o la paz interior. También nos quita algo más: cómodas certezas de salón, presunciones erróneas y prejuicios que nos acoplaban tan bien que ni sabíamos que los llevábamos puestos, pegados a la piel.

Pero el viajero que, tras comprender el aviso de la chapita, se asoma de todos modos al exterior, recibe el viento en la cara y admira el paisaje brillante que la pátina del cristal le escatimaba; y entiende que la recompensa de asumir el riesgo no es conocer el destino, sino entender el viaje.

lunes, 21 de diciembre de 2015

La mona y el polo

Ocurre -a veces ocurre- que juzgamos con prisa alguna situación que se nos presenta adversa sin pararnos a reflexionar si, de verdad, lo que nos pasa es fruto de la fatalidad o puede sernos achacado sin atenuantes.

Jorge Llopis, un humorista español, dio a la imprenta en el año 1957 un librito delicioso del que conservo un ejemplar en el que, entre otras muchas cosas interesantes dichas con humor, aparece ésta:




Como podrá comprobar el amable lector,  don Jorge aprovechó la métrica de la conocida fábula de la mona y el nogal para poner en evidencia al que,  por su torpeza, se queja de lo  que cree que le ha salido mal.

No hace mucho hice un canje de puntos de esos que dan algunos bancos por utilizar su tarjeta y solicité uno de esos aparatejos que cuentan los pasos que uno da -los de andar, se entiende- por aquello de que hay que hacer deporte y esas cosas.

El chisme en cuestión llegó -podómetro creo que lo llaman en un valeroso alarde de rechazo al inglés para nombrar todos los cacharricos nuevos que funcionan con pilas- y me dispuse a utilizarlo asombrado porque las instrucciones de manejo eran: "mantenga pulsado el botón durante dos segundos y colóquelo en su cintura" cosa que hice en cuanto llegué a casa.

El aspecto del cachivache era prometedor; no parecía requerir ningún tipo de mantenimiento y, según rezaba en las instrucciones podía contar de una sentada hasta 99.999 pasos.

Sí me chocó que la pantalla presentaba una curiosa combinación de letras y números que no logré entender.

Salí a andar para hacer una prueba y me encontré, a la vuelta, con que el podómetro me decía lo que espero que se vea bien en la pantalla, "DEDOO" -o eso me pareció al verlo- cosa que interpreté como una grosería. Sacudí el artilugio y el aspecto de la pantallita cambió... para peor, porque ahora no tenía sentido alguno lo que aparecía ante mi vista.
Inmediatamente me puse a pensar que los de la entidad bancaria me habían tomado el pelo y, en la disyuntiva de poner una reclamación o dejarlo estar, me decidí por esta última opción.

Seguí llevando el aparato por inercia durante un par de días, pero los mensajes seguían siendo un misterio para mí.

Ya casi había perdido la esperanza de que el artilugio me fuera a ser de utilidad cuando llegó a casa mi hija que, al verlo, se interesó por él.
–¿Qué es?
–Un podómetro, pero es una castaña que no hay quien entienda
Sin decir otra cosa, la chica dio la vuelta al utensilio y me dijo:

–Treinta pasos desde la calle Mayor hasta casa, no parece que vaya mal...
y me lo devolvió.

Se me vino a la imaginación la moraleja de "La Mona y el Polo" y pedí perdón mentalmente a quien había juzgado a la ligera pensando que me habían estafado cuando, en realidad, era yo el que había metido la pata "chupando al revés el polo" .

A pesar de que intenté encontrar mil excusas para liberarme de la sensación de ridículo ante mí mismo, no me fue posible escontrar una sola. Por eso, a manera de penitencia –ahora que eso de la penitencia es una cosa rara– he escrito este "rollo" para que los que lo lean sepan que es mejor escarmentar en cabeza ajena y darle mil vueltas a las cosas antes de arremeter contra el que creemos causante de nuestra desgracia o de nuestra frustración.

De paso, descansamos de elecciones, debates, y otras cuestiones que nos tienen demasiado ocupados en cosas que son accesorias.

A ver si mañana os toca la lotería
Toni(n) "el de La Cuba"






viernes, 18 de diciembre de 2015

Asociarse o no asociarse; ésa es la cuestión

El sábado pasado tuve la oportunidad de asistir a una reunión en la que por iniciativa del ayuntamiento un experto en asociacionismo nos explicó con claridad el trámite burocrático no sólo de la creación de una asociación, sino lo que es más difícil, lo que hay que hacer para que la asociación siga funcionando sin salirse de la legalidad.
La primera impresión fue la de asombro; si para asociarse para leer unos libros y realizar un par de actos de cara al pueblo que sirvan para difundir la cultura, el montón de “papeles” es así de grande, habrá que ver qué es lo que esta administración elefantiásica exige para una asociación grande. Pues curiosamente exige lo mismo y habrá que pensar que lo que no conviene a quienes gobiernan es que haya minúsculas asociaciones … como casi todas las que tenemos en el pueblo. 
Por mucho que la persona que nos explicó el trámite nos lo presentó como algo fácil y nos proporcionó una buena herramienta de trabajo para tramitar todo el papeleo, la verdad es que tendría que haber un contable en cada una de las asociaciones y una persona que ejerciera las funciones de secretaría; esto sumado a que —sólo por poner un ejemplo— el seguro mínimo necesario que es el de responsabilidad civil, se pone en cuatrocientos euros anuales y que según nos fueron contando el presupuesto mínimo imprescindible de gastos asciende a unos mil euros/año por cada asociación, cien arriba o cien abajo, lo inmediato fue pensar “que les den…” y salir corriendo. Claro está que esto no ha hecho más que empezar porque falta que nos informen en mayor profundidad acerca de las obligaciones fiscales de las asociaciones.
Pero, mal que nos pese, un pueblo que quiere “hacer cosas”, no puede prescindir de asociarse para hacerlas y no sólo por las posibles subvenciones, sino porque yendo cada uno a su aire el gasto es mayor y el resultado que se tiene menos "pasta" para hacer cos —y, por tanto, de menos satisfacción para quienes lo emprenden en beneficio de todos. A mi entender, actualmente un pueblo no sobrevive sin asociarse, sin tener asociaciones que permitan a sus ciudadanos agruparse para hacer las cosas que les gusta hacer.

Otra reflexión inmediata fue la de constatar que la mayor parte de los grupos constituidos están actuando y llevando adelante sus aficiones en una situación cuando menos “alegal” porque tienen un archivo de nombres y direcciones de personas que está afectado por la Ley de Protección de Datos, porque cobran cuotas a sus socios y porque cobran y pagan probablemente sin estar en gracia de Dios con Hacienda, que somos todos.
Un grupo de entusiastas que acabamos de registrar una Asociación en el organismo correspondiente —el Grupo de Lectura de Navajas— nos vamos a tener que remangar para hacer las cosas como mandan las leyes; pero si hemos de hacer frente a los gastos mínimos, nuestro presupuesto para hacer cosas va a verse disminuido en esos mil y pico de euros que habremos de destinar al funcionamiento. Quizás las subvenciones arreglen un poco nuestra escasa caja, pero ¿podremos  confiar en ellas?
¿Cómo resolver el asunto? Es cuestión de matemáticas: por ejemplo, cada asociación del pueblo que quiera funcionar de acuerdo con la Ley habría de tener un seguro cuyas coberturas exceden con mucho a las necesidades propias de la asociación correspondiente; hay, por lo visto, dieciocho asociaciones en Navajas, cada una de las cuales, por separado habría de contratar un seguro mínimo cuya prima no bajará de cuatrocientos euros/año. Cuatrocientos por dieciocho son siete mil doscientos euros. Agrupémonos en una sola asociación y contratemos un seguro de mil euros que cubra las necesidades de todas y tendremos seis mil para hacer cosas. Además, en lugar de pagar varias cuotas se paga una sola, aunque fuera mayor, que nos permitiría hacer las mismas cosas.
La solución para seguir disfrutando de lo que nos gusta es que para tener la cabeza fría y los pies calientes, las Asociaciones nos asociemos.

Hay personas que creen que no vamos a ser capaces de juntarnos para hacer algo bueno por el pueblo y por nosotros mismos —que a fin de cuentas somos los que lo formamos— pero algunos —quizás más ingenuos— creemos que sí somos capaces de eso y de muchas cosas más. Habrá que sentarse, dialogar mucho, ceder en lo que no sea fundamental y lograr un acuerdo. Conseguirlo sería, a mi entender, tanto como refundar el pueblo.

martes, 15 de diciembre de 2015

Entre humor y tomadura de pelo hay una diferencia, oiga.

Don Alphonse en 1899
Un ciudadano que a finales del siglo XIX se dedica a lo que se dedicó Alphonse Allais en ese tiempo y que tenga la frescura de decirlo, merece todos mis respetos. Otro que lo imite un siglo después y pretenda ser tomado en serio no puede ser otra cosa que objeto de mi chanza a pesar de haber sido aplaudido, estudiado y, como he dicho antes, tomado en serio por gentes pretendidamente serias
Don Alphonse se dedicó a epatar —perdón por el galicismo pero la circunstancia lo requiere— a la burguesía de su tiempo pero con la sonrisa a flor de labios. Aprendiz de todo y maestro de nada se dedicó a la pintura en un principio y expuso cuadros como éste que otros muchos han presentado después como si la idea fuera de ellos:


"Primera Comunión de jovencitas cloróticas en tiempos de nieve." (Cuadro blanco) 1893.

Luego presentó otros de los que no es menos conocido el titulado por él mismo: Récolte de la tomate sur le bord de la mer Rouge par des cardinaux apoplectiques («Cosecha de tomate al borde del mar Rojo por cardenales apopléticos»), expuestos en el salón de las Artes Incoherentes. Todo lo cual tiene una sana intención de divertir y supongo que de poner en evidencia a impostores.
Años después, con Cuadrado blanco sobre fondo blanco, Círculo negro, Cruz negra y otros —que son exactamente lo que dicen sus títulos: un lienzo en blanco, un punto negro sobre un lienzo, una cruz negra—  Kasimir Malevich crea el suprematismo, que busca la supremacía de la nada ¡y se queda tan pancho! 
Cruz negra (Malevich)

Puedo afirmar que ha habido sesudos varones han dedicado buena parte de sus vidas a reflexionar sobre esa supremacía.
Monsieur Allais también hace incursiones de otro tipo; esta vez se mete en los terrenos de la música —¡oh, la Música!— y escribe su: Marche funèbre composée pour les funérailles d'un grand homme sourd (Marcha fúnebre compuesta para las exequias de un célebre hombre sordo) que no es otra cosa que una página de composición completamente en blanco, porque —al decir de su autor— « las grandes penas son mudas ». No me negarán que la cosa tiene gracia, inventiva y “buen rollito”.
No acaba aquí la historia; tiempo después es un afamado compositor americano, don John Cage, el que,   “escribe” una composición musical titulada 4’ 33’’ en cuya partitura no hay escrita ni una sola nota ni otra indicación relativa a la música que “tacet” que indica al músico que debe callar, es decir, no tocar. ¡Ah! se me olvidaba comentar que 4’33’’, en cualquiera de sus versiones, es el tiempo durante el que la orquesta no toca, el piano no suena o el instrumento ejecutante está mudo mientras el público —que ha pagado su entrada— permanece en silencio o tose, carraspea, se retrepa en su asiento, mira perplejo al vecino o hace cualquiera de las cosas que suele hacer el público que asiste a los conciertos. Los sonidos de lo que haga serán todo lo que vaya a escuchar en ese tiempo. Es curioso constatar que quienes han asistido a algún concierto del que la pieza formara parte del repertorio subrayan el entusiasmo del aplauso otorgado por el público al compositor y a los ejecutantes.  
Para que no quede lugar a dudas acerca de lo que la partitura contiene he traído una de las “versiones” de la famosa composición.
Una "versión" de 4' 33''
 
Por lo que tengo entendido hay espectadores que han sentido al escuchar esta “obra” una especie de experiencia místico-filosófica que —he de confesarlo— escapa de mi humilde capacidad de apreciar la música. 
Pero cuando el grupo “The Planets” incluyó en uno de sus discos una canción llamada “Un minuto de silencio” los herederos de don John les demandaron por ¡plagio! No sé si la demanda tuvo recorrido porque las fuentes de las que he extractado esta historia verídica (JOT DOWN, “Guía del (im)perfecto snob” publicado por Miguel Lopez-Neyra) nada dicen al respecto, pero no deja de tener una cierta gracia que se pueda plagiar a alguien que haya escrito NADA.
En otro sentido se han derramado ríos de tinta para justificar lo que a un servidor le parece injustificable: que una tomadura de pelo llegue a ser considerada una obra de arte. Filósofos, musicólogos, críticos de arte, sociólogos y patafísicos varios han aportado su cuarto a espadas con lenguajes muy enrevesados para ensalzar los aspectos que los pobres mortales no somos capaces de entender, cosa que, por otra parte, suele ser común a todas las “artes” ininteligibles para el común de las gentes : ladrillos enormes de teorías de lo más diversas “avalan” la excelencia de la "obra de arte" y ponen en solfa la “cerrazón” de quienes no apreciamos las sutiles sensaciones que proporciona una obra “de minorías”.
Seguro estoy de que los muy sabios dirán a partir de mi afirmación que yo soy un ignorante y habré de responderles aliviado: “Gracias a Dios”.
Toni(n) el de “La Cuba”




viernes, 11 de diciembre de 2015

Un poco de seriedad




Hace unos años -más de tres- escribía en otro lugar esta página que creo que sigue teniendo vigencia y por eso la traigo aquí con ligeras modificaciones que no afectan a la esencia de su contenido

España desde hace tiempo ha dejado de ser un país serio. No quiero decir serio en el sentido de fruncir el ceño y poner cara de vinagre, sino en el sentido de rigor, de fiabilidad, de sentido de la responsabilidad. Tampoco sé cuándo empezó este cachondeo que nos lleva a tomarnos todo por el pito del sereno: la Justicia, la Autoridad —la de verdad, que llegará algún pájaro que me confundirá el término con el autoritarismo— la Convivencia, la Educación y cualquiera de los valores que hacen que los países vayan adelante, sean respetados por el resto y progresen. 
Si dudan de lo que les digo, acérquense a un pueblecito pequeño que no tenga posibilidades de mantener en su plantilla a un guardia por cada uno de los ciudadanos que deciden pasar en él sus vacaciones —la proporción no es exagerada en vista de "lo" que tenemos alrededor— y ha de fiarse de la educación ciudadana de sus visitantes para que no se altere la convivencia; un desastre: los perros hacen "sus cositas" donde les place sin que sus dueños las recojan, niños y adultos circulan con sus bicicletas por donde quieren sin respetar los sentidos de la circulación, con riesgo para ellos y para el resto de ciudadanos, hay entusiastas de las pipas que parecen injertados de hamster dada su habilidad para descascarillar semillas ... y sembrar de cáscaras el lugar en el que "caen" como plagas. Señoras en traje de baño y niñas hermosísimas de la misma guisa circulando por las calles haciendo la competencia a señores barrigudos de cuerpo peludo y jóvenes efebos de vientre plano, casi de tableta de chocolate, y depilados para hacer resaltar sus encantos..., pero todo esto en la vía pública, que no es el lugar más adecuado para la exhibición de las “chichas” de nadie. 
Podría estar enumerando situaciones de este tipo que no tendrían lugar si sus protagonistas estuvieran medianamente educados; pero no lo están porque este país decidió que lo que signifique esfuerzo, sacrificio, constancia, convivencia, educación, era "demasié p'a él”; contemporizó con cualquier forma de chabacanería, de escaquearse de los deberes más elementales y aplaudió reformas educativas en las que "lo importante" era que el alumno "pasara de curso" —sin que el curso pasara por el alumno— aderezando el despropósito con dejar de exigir comportamientos adecuados a los alumnos y a sus padres para con los profesores y el resto de la Comunidad educativa. ¿Para cuándo la Educación como cuestión de Estado?
Ahora tenemos a iluminados asaltando supermercados sin que nadie diga nada —no sea que nos vayan a tachar de “fachas”— a asesinos a los que se excarcela por "razones humanitarias", a estafadores que se van a sus casas por la misma razón, a independentistas queriendo romper la Nación con el beneplácito y la sonrisa idiota de unos y otros gobiernos y a delincuentes de guante blanco a los que se tarda en hacer justicia… porque disponen de los medios para lograr que se enrede todo lo posible el proceso.
La gente, la buena gente del pueblo que aplica el sentido común a sus decisiones está que trina. Y los señores que están en el Gobierno habrían de saberlo; los de la oposición, los de cualquier partido de la oposición, también. Nos jugamos España, y no al fútbol precisamente, si no empezamos a pensar seriamente que estamos haciéndolo mal casi todos: unos por mandar mal y otros por no actuar razonablemente. Se ha acabado el tiempo de "querer todo ya". Ha llegado la hora de que sólo la gente que actúa con seriedad y responsabilidad obtenga lo que necesita porque se lo gana, porque actúa seriamente. Las mamandurrias, las subvenciones a proyectos que dan risa, deben acabarse porque la mayoría, la gente que piensa con la cabeza, está hasta más arriba del pirri de soportar gilipolleces de unos y de otros.

Toni(n) "el de La Cuba"

lunes, 7 de diciembre de 2015

La decadencia de Europa

Tengo la impresión de que Europa no sabe nada de Historia. Me refiero a la Historia en serio, la que sirve para no tener que repetirla.
Lo digo porque leo en la prensa que la Unión Europea ha ofrecido a Turquía 3.000  millones de euros para que los turcos se queden con los refugiados. Los 28 han hecho exactamente lo que hizo en su día el Imperio Romano: pagar para que alguien defendiera sus fronteras de otros “álguienes” que impulsados por lo que quiera que fuera querían “nacionalizarse”.
Para no andar con rodeos sólo diré que la cosa terminó “como el baile de Torrente”, es decir, mal, porque los que cuidaban a los “paganinis” se encargaron de quitar de en medio a los que les pagaban. Un poco como lo del equipo de fútbol del que comentaba el otro día, que no puede funcionar sólo con el talonario porque ha de haber “algo más” que la fría “pasta” en los proyectos humanos que comportan la implicación de un grupo o una colectividad.
Pero, además, existe un hecho más claro que hay que conocer para no caer en errores como el que creo que comete Europa. En 1453 los turcos otomanos tomaron Constantinopla, la ciudad que había sido la más importante del mundo cristiano y que a causa de su decadencia estaba hecha unos zorros.
Era la constatación de que el Islam quería a toda costa apoderarse de las capitales del Cristianismo que, a la sazón eran Constantinopla y Roma. Creo yo que el conflicto religioso no ha terminado aún porque la actual Turquía nace del empuje de Mustafá Kemal al crear la República de Turquía, con la que moderniza el Estado y, entre otras cosas, la hace laica; pero en la actualidad, en el territorio de quienes nos tienen que defender de la llegada de inmigrantes hay una preocupante vuelta al Islam que, como hemos visto en los últimos tiempos, sigue erre que erre con su matraca de expansión pese a lo que digan los imanes moderados. Y si ponen ustedes carita de escepticismo, miren al Daesh, el EI, el ISIS, el Sahel o cualquier otra lindeza de las que nos quieren felicitar las Pascuas.
La idea la ha liderado la señora Merkel —loado sea su nombre— y el señor Rajoy, por lo que a nosotros respecta, ha dicho que “los problemas han de resolverse allí donde tienen lugar” creyendo de manera equivocada que el de la emigración tiene lugar en otro sitio que en Europa. Se originan en otros sitios pero nuestro problema se materializa aquí, cuando se juntan el hambre y el terror de unos con el hartazgo y la molicie que se vive en la oronda Europa, en la blanda Europa, en una Europa que ha olvidado cosas que son fundamentales para que una sociedad tenga columna vertebral: brío, empuje… y patriotismo; además los ciudadanos que la forman han de tener un sentimiento que no se compra: el orgullo de pertenencia; pero Europa es la Europa de los mercaderes, la que pretende que todo se puede comprar con subsidios para poder vivir tranquila. Exactamente igual que lo que le pasó al imperio Romano de occidente y al bizantino del que hablaba arriba.
El señor Davutoglu, primer ministro turco, ha manifestado tras la firma del acuerdo que: "Si no hay solidaridad entre nosotros, no puede haber una solución a ninguna crisis” para continuar con protestas de que su país “es un nación europea”. Todo esto después de haber recibido “inicialmente” tres mil millones de euros y la promesa de “acelerar el proceso” de unión a Europa. Algo totalmente altruista y desinteresado como se puede apreciar. 

Creo que los turcos nos han vendido una alfombra industrial al precio de una de diseño hecha a mano.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Mentiras y ridículos

Hay situaciones que, a veces, me ponen nervioso. Una de ellas que lo consigue con frecuencia es la de ver afirmar, a alguien que sabe que miente, que lo blanco es negro.
Es el caso de Artur Mas que ha tenido la desfachatez de decir que “el país”, —el suyo, el que se ha inventado— podía haber hecho frente a la monstruosa deuda que tiene contraída “sin tener que recurrir a la misericordia del Estado”. La afirmación no tiene desperdicio porque si es así, ¿cómo es que se ha metido en una deuda que sólo ha podido resolver el resto de España     —esa que “els roba”—  con el dinero de todos los españoles? ¿no será que en su alocada huída hacia delante tiene que soltarla cada vez más gorda para ver si alguien le cree?
Señas de identidad catalanas
Los millones de euros que todos los españoles —los que viven en Cataluña también, claro— pagaremos para que cobren los sanitarios y los farmacéuticos, son los que se han gastado el señor Mas, el señor Romeva, el señor Junqueras y otros compañeros de viaje en embajadas, en banderas cuatribarradas con un triángulo azul y una estrella, en pitos para pitar al Himno y en flautas y zarandajas varias. Y —como no podía ser de otra manera— también tendrán algo que ver los que dieron alas al independentismo por pactar poltronas —ahí están “pringados” tanto el señor González como el señor Aznar. Lo del señor Rodríguez Zapatero es algo más que un simple “pringue”.
Ahora mismo tengo la impresión de que el presidente de la Generalitat Catalana, en funciones, le está echando cara al asunto y “vendiendo alfombras”; pero me gustaría conocer cuántos farmacéuticos catalanes con farmacias en el nordeste de España, son capaces de votar por el independentismo que les ha sido vendido en píldoras.
Leo en “El País” —un periódico con cuya línea editorial mantengo bastantes diferencias de opinión— que ahora el Parlamento catalán recurre al Tribunal Constitucional para que no admita a trámite el recurso presentado por el Gobierno de la Nación contra la resolución independentista que el citado Parlamento aprobó el pasado día 9 de noviembre.
Lo que alega —a pesar de ser una alegación ignominiosa por su intento de desvirtuar lo que hay detrás de su intención inicial— no me llama la atención dado el escaso sentido de la realidad que vienen demostrando los dirigentes políticos “catalinos”; pero es para troncharse de risa que ahora esos dirigentes se aclamen al organismo al que definieron como “deslegitimado y sin competencia” y afirmaron de él que el Parlamento ahora reclamante “no se supeditará a las instituciones del Estado español, en particular del Tribunal Constitucional”.
¿No creen ustedes que la broma ha llegado demasiado lejos? Supongo que todos estos tejemanejes, estas trampas en el solitario, este permanente estado de bronca a cuenta de un delirio inventado por algún visionario tendrá consecuencias jurídicas que sacudan a los entontecidos politicastros que se han prestado a someter a esta manipulación al pueblo catalán… y, de paso, a los integrantes de ese pueblo que se han puesto de perfil cuando la que estaba cayendo mojaba al resto de España mientras ellos presumían de embajadas… ¡pobres!
Pero se acercan las elecciones generales y aparecen nuevos políticos que nos van a salvar de todos los males actuales e incluso de los que ellos mismos creen, porque han demostrado su “preparación” y sus amplios conocimientos, por ejemplo los del pensamiento de Kant —que es imprescindible para entender los derroteros del pensamiento de occidente— en el debate de la Carlos III,

¡qué vergüenza de educación tenemos que en los últimos cuarenta años ha sido capaz de lograr que un abogado y politólogo -profesor de universidad para mayor escarnio- y un abogado especialista en debates, ambos aspirantes a la Presidencia del Gobierno de España muestren sus vergüenzas intelectuales uno por no haber leído al de Köenigsberg  y el otro por ni siquiera poder citarlo correctamente!
Claro que, así nos va.

Toni(n) “el de La Cuba”

martes, 1 de diciembre de 2015

Primer amor

- Hola. 
- Hola. 
- ¿Te importa que me siente a tu lado? 
- No. 
- Llevo mirándote hace rato. 
- Ya me he dado cuenta. 
- ¿No quieres saber por qué? 
- Supongo que porque te gusto. 
- Sí. 
- Pues a mí me gustas también. 
- ¿Qué podemos hacer ahora? 
- No sé. 
- A mí tampoco se me ocurre nada. 
- ¿No tienes experiencia? 
- Es la primera vez que me pasa. 
- Y a mí. 
- El caso es que mirarte me gusta. 
- ¿Y notas unas cosquillitas en el estómago? 
- Sí. 
- Me pasa lo mismo. 
- No me atrevo a pedirte... 
- ¿Qué? 
- Dame tu mano 
- Ven, siéntate junto a mí. 
- Es pequeña. Mira. Me cabe en la mía. 
- Porque tienes las manos muy grandes. Y fuertes. 
- ¿Yo? ¡Qué va! Son las tuyas las pequeñas. Mis manos son normales. 
- No. Tus ojos, tu boca, tus manos... todo es grande en ti. 
- ¿Y eso te disgusta? 
- No. Me atrae más. Por ejemplo, los ojos. Cuando me miras es como si me envolvieras. 
- Yo te siento muy dentro, al lado del corazón. Allí te protejo. 
- ¡Qué bien! 
- Me gustaría besarte. 
- Y a mí que lo hicieras. 
- ¿Me dejas? 
- ¿Aquí? No. Ya nos están mirando todos... 
- ¿Y te importa? 
- Un poco 
- ¿Quieres que nos vayamos a algún sitio? 
- Aún no. Se está bien aquí. 
- Sí. Aquí o en cualquier otro sitio a tu lado. 
- Muchas gracias. A mi también me gusta estar contigo. Es... diferente. 
- ¿Diferente de qué? 
- De estar con otras personas. Estoy más a gusto. Como si fuera contigo con quien tengo que estar. 
- Me gusta lo que dices. Y cómo me miras. Y tu voz. 
- A mí me gustan tus gestos, tu decisión; también tu voz. Y tus labios y tus ojos. 
- Está bonita la tarde. Y voy a recordar la fecha toda mi vida. 
- ¿Para bien o para mal? 
- Para bien 
- ¿Seguro? 
- Vivo aquí cerca, en un apartamento. Podemos irnos allí, si tu quieres. 
- ¿Tú quieres que vayamos? 
- Lo estoy deseando. 
- Pues vamos. Por cierto, ¿cómo te llamas? 
- Ana. 
- ¡Qué casualidad! 
- ¿Casualidad? ¿Por qué? 

- Yo también. 

viernes, 27 de noviembre de 2015

El abeto cortado

No puedo imaginar de quién habrá sido la idea de poner un árbol cortado para “adornar” el Belén de la Plaza del Olmo, pero voy a decir alto y claro que es algo que no me gusta. ¿Es que alguien pretende hacer la competencia al Olmo en cuanto a belleza?
Navajas sorprende a los que llegan por el conjunto de árboles monumentales con que recibe a sus visitantes y una de las cosas que echa de menos el redactor del PGOU vigente es que no se planten árboles de buen porte en las nuevas parcelas ajardinadas de las urbanizaciones recientes.
El árbol es símbolo de civilización, de progreso, de paz y es inspiración; valga como ejemplo el relato de Jean Chalon “Amor de árbol” del que extraigo estos versos:
Mi amor es un árbol.
Mi árbol es un amor.
En verdad es
un amor de árbol.

El propio Jean ha escrito en alguna ocasión que “el árbol es un ser que no puede defenderse, que no tiene piernas para huir, ni manos para atacar”; es decir, que es un ser inerme al que es bajeza dañar sin motivo.
El ayuntamiento de Navajas tiene publicada una Ordenanza Municipal en cuyo artículo 2 puede leerse: “ Ninguna persona física o jurídica realizará en zonas verdes privadas, labores de arranque, tala, transplante, reducción de copa, desmoche, poda o limpieza de árboles aislados o de masas o agrupaciones arbóreas (bosquetes, pinares…), sin haber obtenido previamente licencia municipal”.
Pues bien, amigos, se da la circunstancia de que hay un árbol cortado en la Plaza del Olmo —un abeto joven cuyo crecimiento habrá costado muchos años— y que no sabemos por qué ha sido sacrificado de esta manera. Aquí está la foto:
¿Un abeto sacrificado? ¿Por qué?
Y nos preguntamos: ¿Se habrá obtenido licencia para la tala de este árbol? ¿Dónde estaba? ¿Era peligrosa su existencia para las personas? ¿Se habrán plantado los ejemplares que establece la Ordenanza citada cuando se haya talado algún árbol por motivo justificado? Son preguntas de respuesta fácil que insistiremos en obtener por todos los medios a nuestro alcance.
Hace tiempo, unos amigos nuestros plantaron once robles valencianos al lado del Polideportivo,  contando con el beneplácito del ayuntamiento. Ahora, al parecer esos robles han sido trasplantados a otro lugar que, por cierto, está lleno de hierbas que hacen difícil comprobar si los árboles están siguiendo su vida o hay alguno que haya perecido en la operación. 
Nos hacemos otra pregunta: ¿Será que hemos perdido la sensibilidad que hizo que los que nos precedieron nos legaran un patrimonio arbóreo monumental?
Son éstas, cosas que duelen y que creemos que merecen una explicación “por quien corresponda”. Nosotros lo vamos a preguntar al ayuntamiento.

Toni(n) “el de La Cuba”