viernes, 21 de julio de 2017

Iros al guano, señores de la R.A.E.

Una frase que ha hecho fortuna en el imaginario colectivo español la pronunció Lola Flores durante la celebración la boda de su hija en Marbella: “Si me queréis, irse”, dicen que dijo la Faraona ante la aglomeración de personas que no querían perderse un espectáculo así.
La frase de marras ha sido motivo de risas y cachondeo sano durante mucho tiempo hasta que la Real Academia de la Lengua Española ha venido a dar la razón a doña Lola.
No sé si, en reconocimiento a su anticipación, habría que nombrar académica de honor a la Flores, pero en mi apreciación ella tuvo los mismos méritos que los que ahora han dado como “correcto” el uso de “iros” parangonándolo con el “idos”.
Tengo para mí que desde hace algún tiempo la R.A.E. está labrando su propia fosa, empeñada en ponerse del lado de lo que es habitual en la calle para hacer norma de ello. Lo de “hacer normal a nivel de Ley lo que es normal a nivel de calle” estuvo bien para Suárez, partiendo de donde partía; pero la Academia está para ocuparse de otros menesteres entre los que no se cuenta la corrupción del lenguaje.

Reconocer como coloquial el “iros” hubiera sido un acierto; admitirlo como tan correcto gramaticalmente como el “idos” es un error tremendo y una brecha en defensa de muchos imperativos en forma pronominal que se usan con la “r” como soporte en el habla coloquial y que son incorrectos desde el punto de vista gramatical: “levantaros”, “acostaros”, “escucharos”, “saltaros”, “saliros”… y un buen puñado más pasarán a ser “correctos” por el portillo abierto ahora por la ¿docta? institución.
De seguir este derrotero, las expresiones incorrectas se apoderarán de las correctas porque cada vez menos personas son capaces de distinguir entre lo correcto y lo que no lo es, dado el nivel educativo del que disfrutamos y tendremos lo que nos merecemos: un español corrompido con el aval de la R.A.E., la cual no nos hará falta para nada porque habrá hecho dejación de sus funcioneacadémicoss; con el fin de que cada uno hable como le dé la real gana argumentando que “todos lo dicen así”. Para ese despropósito no nos hace falta institución alguna. “Almóndiga”, “asín”, “descambiar”, “toballa” “vagamundo” ya son intrusos que manchan nuestro idioma con el beneplácito de los académicos o, al menos, de algunos académicos populacheros que venden sus productos a base de emplear el “taco” rotundo como argumento para suscitar el placer de sus lectores.
Nadie discute –al menos yo no lo hago– que la lengua es algo vivo, que evoluciona, que se transforma, que crece y mengua, pero para que el crecimiento y la mengua no sean arbitrarios están las reglas de la filología que han de aplicar los que entienden de ésto, exactamente igual que se aplica la poda al árbol: para que dé más y mejores frutos.
Desde aquí, con toda modestia pero con toda energía, muestro mi disconformidad con las decisiones que, de un tiempo a esta parte, perpetra la R.A.E.
Toni(n) el de "La Cuba"