sábado, 26 de diciembre de 2015

El debate

Esta entrada fue escrita después de celebrado el debate al que se refiere. Dejé pasar un par de días para tener perspectiva. La publico después de las elecciones porque aunque sé que los periodistas dicen que una noticia mata a la anterior, creo que lo escrito, escrito queda para bien o para mal. Aseguro que no es una inocentada, así es que si alguien se atreve con el "ladrillo"...

Aún está lleno de sangre fresca el estudio de la Academia de televisión y cada uno “echa la suya” acerca del vencedor del debate. Los vencedores me preocupan poco porque, de nuevo, los que han perdido han sido: las cosas bien hechas, el sentido de Estado, la ética y la estética —no hay una sin la otra— y como resumen, los gobernados.
Me apetece analizar el “debate” desde diferentes puntos de vista:
La necesidad de debatir es algo que va con la civilización. Si entendemos que civilizar al hombre es crearle nuevas necesidades, nos están civilizando “a modo”. Ahí, en ese tercio de la lidia llevan ventaja los más jóvenes —alguno de los cuales ha participado en debates de verdad y si no que se lo pregunten a Albert Rivera— aunque no sea el caso del señor Sánchez, don Pedro, al que, por lo visto, le van más las discusiones tabernarias de los viejos socialistas irredentos de las zonas rurales. 
De dos que no se escuchan no pueden salir acuerdos
En nuestro afán por modernizarnos hemos pasado de la nada al todo, de hacer del período electoral un tiempo en el que se reproducía sobre las mesas la lucha de clases a transformar en espectáculo mediático cuanto rodea a los candidatos y sus circunstancias. Millones de ojos escrutan el menor gesto, la misma cantidad de oídos perciben cualquier matiz de la entonación, la mitad de cerebros interpretan —cada uno según su leal saber y entender— la información que les ha llegado por ojos y oídos; hay quienes dicen ser capaces de determinar el estado de ánimo de los contendientes —porque se ha mezclado “debate” con “contienda” hasta confundirlos— observando el lenguaje “no verbal” la “expresión corporal” y “lo gestual” de cada uno de los que se someten a los ojos implacables de las cámaras.
El enfoque del líder del PSOE fue el de alguien que, ahogándose, divisa a otro que nada hacia un lugar seguro y se aferra a él sin importarle otra cosa que su conveniencia aunque con su acción consiga que nadie se salve del naufragio.
Tuvo una actuación de mala educación, impropia de un pretendido hombre de estado, que lo calificó. Su actitud fue más propia de una discusión de taberna que la que se espera de quien pretende ser presidente del gobierno. Las interpretaciones de que dijo lo que millones de personas quisieran decir al actual presidente del gobierno en funciones sólo demuestra que, en su opinión, hay millones de españoles tan mal educados como él.
Lo que hizo Pedro Sánchez, a mi entender, fue dar oxígeno a los dos no intervinieres en el debate, es decir, avivar el fuego de la hoguera en la que él está siendo cocido.
El presidente en funciones demostró, una vez más, que no es hombre de debates en el enfrentamiento directo. Respondió al insulto pretendiendo que el hecho de decir al adversario “no se lo admito” —que hubiera sido entendido por alguien que tuviera una actitud menos zafia que la que prepararon los asesores del  señor  Sánchez para dar la batalla en este pretendido “debate”— iba a resultar suficiente para que el otro cambiara el cariz de su discurso. Pero se equivocó y en unas elecciones “mediáticas” estos errores se pagan caros. Si hubiera aguantado el torrente de improperios y una vez agotado el caudal de la porquería vertida hubiera puesto de manifiesto la desesperación del insultador causada por la difícil situación por la que atraviesa su liderazgo, hubiera terminado con las posibilidades de su rival.
La salida en tromba de Pedro Sánchez arrolló a Mariano Rajoy que esperaba un debate de ideas y no una riña. En mi opinión reaccionó mal y descendió al nivel al que no puede bajar un hombre que tiene las responsabilidades de gobierno que él ostenta. No solo replicó, sino que hubo un instante en el que retó a su adversario: “si usted quiere debatir en estos términos vamos a hacerlo…” fue lo que dijo, en lugar de poner de relieve su decisión de hablar de lo que interesara a los españoles.
Como ya he dicho, don Mariano “entró al trapo” y ahí se llevó todas en la misma parte de la cara como un adelanto de la que le dio días después un mozalbete mal educado de los que abundan entre los posibles futuros electores
Lo que hizo bien Rajoy, en mi opinión, fue lo que muchos le reprochan: mantener hasta donde le fue posible la calma e intentar llevar el rifirrafe a campos de diálogo. Resulta curioso comprobar cómo los que preconizan el diálogo se empeñan en no mantenerlo en términos civilizados cuando tienen pocas cosas que aportar en su favor. 
Los que se lo debieron pasar “de muerte” fueron Pablo y Albert a los que los debatientes dieron argumentos suficientes como para poder preguntar a los españoles al día siguiente: ¿veis como los partidos políticos viejos se enzarzan en cuestiones de segundo orden? ¿veis como sólo se preocupan de desprestigiar al otro en lugar de preocuparse por lo que os importa?
El debate a dos benefició a los que no debatieron
Claro, que esto se lo pueden permitir ahora por la torpeza de los dos que debatieron … y la del moderador convertido en estatua de sal cuando hubo momentos durante los que los espectadores no podíamos entender más que la riña de gatos; pero ¿podrán mantenerse puros los nuevos políticos? ¿no serán fagocitados por la maquinaria europea? Es una reflexión que nos propone el debate para la que se pueden adivinar flecos de respuestas
Tendremos que ir habituándonos a contar con las redes sociales que vienen a ser el reflejo de la nueva democracia; en ellas todas las opiniones tienen cabida y por más que el sabio las exprese bien fundadas será el ocurrente el que se lleve el gato al agua de las simpatías de los que conforman esas audiencias que dan o quitan –querámoslo o no– simpatías a unos o a otros.
Todo esto no es otra cosa que el anticipo de los nuevos debates, que habrán de tener en cuentas las tendencias –los “trending topic” que dicen los “modelnos”– que vayan mostrando las redes sociales y lo que es más previsible, el nuevo sistema de votación  o de referenda que, por la facilidad y economía de su puesta en marcha, entreveo a la vuelta de la esquina.

Toni(n) “el de La Cuba”

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