Tengo la impresión de que Europa no sabe nada de Historia. Me refiero a la Historia en serio, la que sirve para no tener que repetirla.
Lo digo porque leo en la prensa que la Unión Europea ha ofrecido a Turquía 3.000 millones de euros para que los turcos se queden con los refugiados. Los 28 han hecho exactamente lo que hizo en su día el Imperio Romano: pagar para que alguien defendiera sus fronteras de otros “álguienes” que impulsados por lo que quiera que fuera querían “nacionalizarse”.
Para no andar con rodeos sólo diré que la cosa terminó “como el baile de Torrente”, es decir, mal, porque los que cuidaban a los “paganinis” se encargaron de quitar de en medio a los que les pagaban. Un poco como lo del equipo de fútbol del que comentaba el otro día, que no puede funcionar sólo con el talonario porque ha de haber “algo más” que la fría “pasta” en los proyectos humanos que comportan la implicación de un grupo o una colectividad.
Pero, además, existe un hecho más claro que hay que conocer para no caer en errores como el que creo que comete Europa. En 1453 los turcos otomanos tomaron Constantinopla, la ciudad que había sido la más importante del mundo cristiano y que a causa de su decadencia estaba hecha unos zorros.
Era la constatación de que el Islam quería a toda costa apoderarse de las capitales del Cristianismo que, a la sazón eran Constantinopla y Roma. Creo yo que el conflicto religioso no ha terminado aún porque la actual Turquía nace del empuje de Mustafá Kemal al crear la República de Turquía, con la que moderniza el Estado y, entre otras cosas, la hace laica; pero en la actualidad, en el territorio de quienes nos tienen que defender de la llegada de inmigrantes hay una preocupante vuelta al Islam que, como hemos visto en los últimos tiempos, sigue erre que erre con su matraca de expansión pese a lo que digan los imanes moderados. Y si ponen ustedes carita de escepticismo, miren al Daesh, el EI, el ISIS, el Sahel o cualquier otra lindeza de las que nos quieren felicitar las Pascuas.
La idea la ha liderado la señora Merkel —loado sea su nombre— y el señor Rajoy, por lo que a nosotros respecta, ha dicho que “los problemas han de resolverse allí donde tienen lugar” creyendo de manera equivocada que el de la emigración tiene lugar en otro sitio que en Europa. Se originan en otros sitios pero nuestro problema se materializa aquí, cuando se juntan el hambre y el terror de unos con el hartazgo y la molicie que se vive en la oronda Europa, en la blanda Europa, en una Europa que ha olvidado cosas que son fundamentales para que una sociedad tenga columna vertebral: brío, empuje… y patriotismo; además los ciudadanos que la forman han de tener un sentimiento que no se compra: el orgullo de pertenencia; pero Europa es la Europa de los mercaderes, la que pretende que todo se puede comprar con subsidios para poder vivir tranquila. Exactamente igual que lo que le pasó al imperio Romano de occidente y al bizantino del que hablaba arriba.
El señor Davutoglu, primer ministro turco, ha manifestado tras la firma del acuerdo que: "Si no hay solidaridad entre nosotros, no puede haber una solución a ninguna crisis” para continuar con protestas de que su país “es un nación europea”. Todo esto después de haber recibido “inicialmente” tres mil millones de euros y la promesa de “acelerar el proceso” de unión a Europa. Algo totalmente altruista y desinteresado como se puede apreciar.
Creo que los turcos nos han vendido una alfombra industrial al precio de una de diseño hecha a mano.
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