Hace muchos años el fútbol era para mí, algo a lo que jugar en la Plaza del Olmo, dando patadas a una pelota de goma y estando ojo avizor por si llegaba el tío Antonio el Alguacil o saliendo a todo correr si a la tía Águeda le daba por salir a la puerta de su casa a decirnos que ya estaba bien de armar jaleo.
Luego, andando el tiempo, el fútbol fué una manera de conseguir que me doliera la cabeza en las tardes de domingo después de haber subido al campo de fútbol “La Esperanza” y jugado un partido de los de seis contra seis con todo el campo por delante. Simultaneando este período doliente apareció otro de “ser del…” Valencia, Barcelona, del Atlético de Bilbao o el de Madrid… Es curioso que no recuerde a ningún chico de mi edad que fuera del Madrid por aquel tiempo.
Más tarde, durante una estancia veraniega en Tarrasa empecé a entender el fútbol como deporte de asociación, de equipo, al jugar en uno de chavales que contaba por victorias sus partidos y que estaba auspiciado de alguna manera por el Barça en un inicio de control de la cantera que tan buenos resultados ha venido dando al club catalán.
Ya entonces —era la época de los primeros fichajes de extranjeros— Di Stéfano en el Real Madrid con polémica política incluida, Kubala en el Barcelona y Wilkes en el Valencia acaparaban la atención de los aficionados y de los medios de comunicación —prensa y radio— además de cobrar cantidades fabulosas para la época, pero aún no se había llegado al grado de mercantilización que vendría después.
Tuve la oportunidad de pertenecer al “Centre d’Estudis Esportíus” del Valencia Club de Fútbol en calidad de Vicepresidente con Alberto de Miguel como Presidente cuando Ramos Costa presidía el Valencia C. de F. El “Centre” pretendía aunar los esfuerzos de profesionales en cualquiera de los ámbitos de la Cultura para contribuir a que el Valencia no sólo fuera el abanderado de todos los deportes en la Región Valenciana, sino que cimentara ese liderazgo en los aspectos culturales del deporte, la ciencia, las artes.
Me tocó la tarea de pronunciar la lección inaugural del Primer Curso del Centre y la preparé como la ocasión requería porque iba a ser pronunciada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Valencia con la asistencia del alcalde, autoridades, junta directiva del club y porque nos jugábamos el pan y la sal de la existencia del organismo en esa primera salida a la escena pública.
La idea central de la disertación fué: “Fútbol deporte vs. fútbol espectáculo” y al día siguiente la prensa se preguntaba cómo una entidad tal que el Valencia C. de F. se planteaba tamaña disyuntiva.
Para mi coleto tengo que, si bien el fútbol como deporte amateur se practica más y mejor que nunca, el que mueve pasiones y millones de euros es el fútbol espectáculo.
Los equipos de mi adolescencia y primera juventud eran de los que “sentían los colores” y el ejemplo más rotundo lo teníamos en el At. de Bilbao que no alineaba a nadie que no fuera vasco de los de ocho apellidos. Pronto se vio que la fórmula no funcionaba del todo bien y empezaron las entradas de extranjeros bien pagados que siguieron con la mercantilización que se había iniciado unos años antes; de ahí a pensar que se podía hacer un equipo con un talonario de cheques se pasó sin darnos cuenta y empezaron los escandalosos fichajes de “figuras” y “figuritas”. La progresión fue imparable y el espectáculo se impuso al deporte y al orgullo de pertenencia a un equipo sin que los dirigentes se dieran cuenta —o sí, vaya usted a saber— de que al talonario había que añadirle orgullo, cariño, compromiso y no sólo "profesionalidad".Como le gustaba decir a Di Stéfano —y me lo dijo en persona cuando pretendí hacer un sociograma de Moreno de la primera plantilla del Valencia— lo que hacía falta era que todos los jugadores del equipo entendieran que, como él había sido, fueran “toros en su corral y torazos en corral ajeno”.
Parece que tenía razón don Alfredo y no don Florentino a la vista de lo que pasó en el Bernabéu hace unos días; porque el Barça -me consta a partir de mi estancia juvenil en Tarrasa- además de hacer uso del talonario ha sabido crear —desde siempre— un ambiente de “pertenencia” dentro de sus equipos lo que le ha llevado no sólo a practicar un fútbol que es un espectáculo, sino a vender más camisetas que nadie.
Toni(n) el de La Cuba
No hay comentarios:
Publicar un comentario