He de decir, antes de ponerme a escribir lo que voy a contar, que desde que tengo uso de razón la Guardia Civil me ha merecido un respeto imponente. No por miedo, que nunca me lo ha inspirado un miembro del benemérito cuerpo, sino por que he considerado siempre que su existencia, su vigilancia y su entrega más allá de lo que sería esperable de la escasez de medios con que han contado los números que integran sus filas. Así es que vaya por delante mi admiración por ellos
No es ninguna tontería lo que han tenido que trabajar mandos y números cuando allá por los años veinte del siglo pasado habían de vigilar que bienes y personas tuvieran la seguridad que era esperable y exigible en una nación moderna.
Lo que les voy a contar dicen que ocurrió en un pueblo perdido en una de las serranías de nuestra nación. Un pueblo de unos tres mil habitantes en el que había un cuartel de la Guardia Civil comandado por un sargento de los típìcos sargentos de la época del tricornio .
Un buen día, en el telégrafo del cuartel se recibió un telegrama del Gobernador Civil de la provincia que rezaba de esta guisa:
“Del Gobernador civil de la provincia de Z
al Sargento Comandante de Puesto de la Guardia Civil ZZ.”
“Detectado próximo seísmo con epicentro en esa localidad. Stop.Tome medidas pertinentes para neutralizar consecuencias. Stop. Deme cuenta del resultado de las acciones tomadas”.
Pasaba los meses y en Gobierno Civil no se recibía repuesta alguna a la orden que tan previsoramente había dado el señor Gobernador. Finalmente, un buen día –tres meses después del envío– se recibió un telegrama que aclaró el misterio; el texto era el siguiente:
“Del Sargento comandante de Puesto de la Guardia Civil de ZZ
al Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia de Z.”
“Epicentro y seis compinches detenidos a las pocas horas de recibido el telegrama de su Excelencia. Stop. Todos han confesado su participación en el movimiento sísmico anunciado. Stop. No hemos podido comunicarnos antes porque hemos sufrido un terremoto que nos ha mantenido aislados durante tres meses”.
Eficacia se llama esta figura.
Toni(n) “el de La Cuba”