Acabo de ver la Crida. Es éste un acto con el que se da comienzo a las fiestas de las Fallas en Valencia. Una muchedumbre se reúne a los pies de las Torres de Serranos –las que se construyeron abiertas por detrás para que nunca pudieran ser empleadas en contra de los habitantes de la capital– para celebrar ese acto que para los falleros es fundamental, es importante, es la reafirmación de su pertenencia a un colectivo que hace de la fiesta su bandera de identidad y de ésta su modo de entender la valencianía.
El acto reviste a mi entender los ingredientes de fiesta popular, de agrupación del pueblo en torno de sus símbolos y los de acto oficial al que las primeras autoridades de la Comunidad y de la ciudad que es “Cap i Casal”, asisten porque es preceptiva su presencia.
La Crida del año pasado fue el principio del fin de doña Rita Barberá que, al parecer andaba pasada de vueltas cuando dijo lo del “caloret”. Este año hacía fresco o casi frío junto al Turia y las máximas autoridades asistentes al acto han dejado de estar a la altura que el acto merece.
El señor Puig –me niego a llamarle don Ximo– o no se sabe el Himno Oficial de la Comunidad que preside, o si lo sabe no ha querido cantarlo. Durante el acto ha permanecido luciendo su estólida sonrisa de salir del paso y excepto al final, cuando los vivas, no ha dado señales de querer “ofrendar nuevas glorias a España”.
En cuanto al alcalde Ribó, ha asistido, de acuerdo con su costumbre, impropiamente vestido. Un hombre público ha de parecerlo y no puede llegar a un acto protocolario vestido como si fuera a una excursión de pesca. Un traje y una corbata le hubieran ido mejor que su populista atuendo que sólo los que le sean muy afines entenderán como un gesto de acercamiento. Hay una parábola en el Evangelio que habla de los invitados a una boda que es muy fácil de entender, léala; y la mujer del César no sólo ha de ser honrada, además tiene que aparentarlo. Si el señor Ribó, don Juan, antepone su comodidad al protocolo, mal vamos; si con su vestimenta de hoy lo que hace es anteponer al protocolo sus ideas, es que éstas se quedan en lo textil y entonces vamos peor.
Por si fuera poco, su discurso leído como con desgana no pasará a los anales de la oratoria; leído como con vergüenza, a trompicones como si no fuera con él lo que se estaba celebrando.
Las cámaras han enfocado durante poco tiempo al señor alcalde, pero durante el tiempo que le han mantenido en pantalla no se le ha visto hacer más que movimientos con la boca para “simular” que estaba cantando el Himno, lo que añade a la ignorancia culposa la voluntad de engañar al respetable. No me ha gustado nada.
Debe ser que los dos señores que tienen tan altas representaciones son muy “suyos”, en lugar de ser un poco más “de todos” puesto que a todos tienen la obligación de representar.
Es posible que ambos sean –como circula por ahí– declarados pancatalanistas que pretenden ignorar una historia evidente para someterla a los caprichos de los separatistas del nordeste.
Voy a permitirme dar un consejo a los dos señores aludidos, porque es prerrogativa de los mayores aconsejar aunque no se nos haga caso: apréndanse el Himno, compren corbatas y olvídense de Cataluña, porque el pueblo valenciano necesita de la experiencia, la sabiduría y la honradez que han pregonado durante sus respectivas campañas electorales para salir de la situación en la que estamos al decir de ustedes. Si empiezan otra vez la guerra de símbolos y de identidades, volveremos a tiempos de los que todos nos alegramos de haber salido.
Toni(n) “el de La Cuba”