En casa solemos tomarnos las cosas por el lado jocoso. Siempre andamos a vueltas con las palabras y procuramos reírnos lo más posible incluí¡so de las cosas que son aparentemente más serias. Así, la vida se nos hace más amena, lo pasamos mejor y no tenemos malas ideas que ronden nuestro pensamiento, todo lo más, alguna maldad que otra que no pasan de ser travesuras de gente adulta que se divierte.
Viene ésto a cuento del título de esta entrada: cuando me diagnosticaron hace unos días que tenía un trombo gordo en la arteria pulmonar derecha –una bagatela que podría haberme costado la vida de no ser diagnosticada y tratada a tiempo– decidimos que empezábamos a lidiar con el inicio de un trombo; es decir que echando mano del inglés y con sentido del humor podríamos afirmar que estábamos ante un tromb-ON, ¿entienden el juego de palabras? pero que teníamos que llegar a un tromb-OFF, es decir a que el trombo estuviera fuera de combate.
Así es que tras el tratamiento correspondiente en el Hospital de Sagunto de cuyo personal hablaré luego, me encuentro restableciéndome en casa tras el susto. Mi compañero permanente de habitación ha sido este monitor al que he estado unido mediante cables durante cuatro noches y tres días mientras se "chivaba" de mis constantes vitales. Nos hicimos tan amigos desde el primer momento, que lo bautizamos –ya conocen nuestra tendencia a tomarnos a cachondeo las cosas serias– como "Wall.e" por su semejanza con un robot de una película de dibujos animados que nos gustó mucho en su momento.
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Les presento a Wall.e
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Mi experiencia, que ya empieza a ser dilatada, en nuestro Hospital, no puede ser mejor: desde la implantación del marcapasos pasando por la operación de cadera he recibido un trato magnífico por parte de todo el personal sanitario con el que he tenido la suerte de coincidir.
En esta ocasión desde la médico de Navajas, doña Gloria, que anticipó los datos necesarios a sus colegas de Sagunto, hasta doña Alicia, la internista que recibió mi caso desde la UCI, el personal de enfermería, auxiliares, celadores y en general cuantos han tenido contacto conmigo han tenido un comportamiento ejemplar desde el punto de vista profesional y, lo que es más de agradecer –porque el ser buenos profesionales podría interpretarse como parte de su obligación– el trato humano ha sido impecable sintiéndome arropado por cuantos han intervenido en mi tratamiento durante los cinco días de mi estancia allí a pesar del cúmulo de trabajo que las actuales circunstancias, Covid-19 de por medio, se han cernido sobre ellos.
Curiosamente los comportamientos humanos feos, deplorables, injustos, los han protagonizado pacientes o parientes de pacientes que han dejado muy bajo el nivel de estima que puedo llegar a sentir por ellos: el primero fue el de un joven –estaba congestionada la sala de urgencias del hospital por un gran número de chicos y chicas adolescentes, acompañados por alguna persona mayor, que tenían que hacerse PCR– al que tuvieron que sacarle sangre y sufrió un leve mareo. Tenían que hacerle la prueba pero estimo que los laboratorios estarían echando humo y se retrasó un tiempo. Cuando llegué a la sala previa a la UCI, en espera, supongo, del resultado de mi propio PCR estaba dando gritos diciendo que "él quería irse de allí, que pasaba de la p.... prueba, que estaba hasta los h..... de todos y que lo que quería era estar con sus amigos, fuera, fumando un cigarrillo." Todo ésto dicho a grandes voces y con la intención de amedrentar al personal facultativo. Se le hizo saber que no era posible porque no conocían aún si estaba o no infectado por coronavirus a lo que repuso: "pues yo me quito la p.... vía y me voy por mis c......" El enfermero a cargo del box se enfrentó a él y con serenidad pero con firmeza le repuso: "eso es cuestión tuya, porque eres mayor para saber lo que haces"; en ese instante se acabó la baladronada y se calló el jaque.
Otro episodio lamentable ocurrió poco después en la UCI: la doctora "Majo" –creo que era el apelativo con que la denominaban sus compañeros había estado desde que yo llegué atendiendo a mil cosas en diferentes servicios; era la que estaba al frente de la UCI durante ese turno y no paraba de escribir informes, ir a distintas salas donde era requerida y atender a los enfermos que allí estábamos. Nunca le faltó una palabra amable para un paciente ni una información clara requerida a veces con angustia por algún acompañante al que se había permitido entrar durante un instante para ver al enfermo. Una dedicación constante e intensa podría describir su cometido en el tiempo, largo, en que la pude observar. La enferma que estaba a los pies de mi box recibe la visita de su hija, la doctora se acerca a contar lo que pasa –buenas noticias porque la reacción de la enferma había sido buena– y la hija la increpa diciendo: "cuatro horas, ¿tú te crees que YO puedo estar esperando cuatro horas a que me digas algo? La doctora Majo le explica que no está sólo su madre, sino que hay otros enfermos que requieren atención, que los laboratorios están prácticamente colapsados y que no ha podido dar datos antes porque no los tenía. Inútil esfuerzo; la energúmena sigue erre que erre, la doctora la pone en su sitio de manera firme y contenida a duras penas; cuando se aleja hacia su ordenador, la llamo:
–Doctora, por favor, –se vuelve y se acerca a mi cama.
–Dígame
-Es usted magnífica –le digo en voz alta y clara para que se entere la maleducada.
Me da un golpecito en la rodilla, sonríe y sigue con su trabajo.
Toni(n) el de "La Cuba"