Habría que hacer una taxonomía del energumenismo en la que se incluyeran todas las clases de especímenes que pueblan la escala evolutiva.
Al referirnos a ellos solemos representárnoslos como personas que vociferan entre grandes aspavientos mientras insultan al mortal que tienen delante y lo apabullan tanto con la potencia de sus voces cuanto con su actitud agresiva y esos podrían ser el primer escalón, el más próximo al animal y –quizás– el que menos maldad entraña. Suele ser el reventador de reuniones, el voceras que se destaca por el volumen del sonido de sus expresiones … y por su falta de razonamiento para apoyar lo que grita. Es el que en cualquier reunión aparece como el impartidor de consignas, de los ¡viva! y ¡muera! que toque en cada caso, el que insulta sin motivo aparente que lo ligue con el insultado y el que se escuda en la masa para creer que tiene poder. Podríamos clasificarlo como el energúmeno “público”.

No obstante lo antes dicho, el energúmeno “privado” puede ser ella y no voy a llamarla “energúmena” porque no es el género lo qu e determina la maldad sino la actitud del ser que la pone en evidencia. También es energúmeno “sutil” la fémina que atormenta a su pareja haciéndole ver las carencias y las limitaciones de su comportamiento constantemente, permanentemente, insistentemente sin pensar en que ése es el carácter de la persona que convive con ella y que en lugar de atormentar podría tomar la decisión de seguir un camino distinto en la vida que el que le liga a ese ser.
Hay otros energúmenos públicos que se dedican a negar el pan y la sal a una persona que “aparentemente” ha tenido un comportamiento no ético. Son los que dan carnaza a la prensa para que ésta llegue a aplicar la pena de telediario al supuesto infractor de las cosas de la ética. De éstos los hay abundantes e insistentes. Son los que no piensan –o si lo piensan les importa un pito– que hay personas que lo único que tienen es su honra; quizás sea porquye lo de la honra se la trae al pairo a estos energúmenos. Éstos, los energúmenos “tapados” son los que mueven a los energúmenos “públicos” a manifestarse como se manifiestan en cuanto tienen la ocasión. Suelen habitar en las inmediaciones del poder público y los hay de todos los colores aunque predominan los de colores cálidos, quizás porque a los de colores fríos les cuesta más moverse dada la temperatura.
Por último –sin pretensiones de ser exhaustivo, ni de pontificar– están los más peligrosos, los “sibilinos”; éstos no dan puntada sin hilo, tergiversan lo que le preguntan para responder lo que les da la gana para seguir emitiendo su mensaje fétido que, de repetido, llega a calar en las mentes más débiles, de los que no son capaces de elaborar por sí mismos un discurso coherente. Reparten su veneno con cara estólida y maneras monjiles esperando que se les responda alguna vez como se merecen para transformarse en víctimas y concitar la animadversión de los ciudadanos “papamoscas” hacia los que no piensan exactamente igual que ellos. Pontifican y dan etiquetas de uno u otro signo sin más autoridad que la de su capacidad embaucadora de serpiente venenosa. Se ponen “moraos”.
Ésta es sólo una aproximación a la taxonomía y animo a quienes quieran ampliarla a aportar sus ideas. Publicaré todas las que me gusten.
Toni(n) el de “La Cuba”
No hay comentarios:
Publicar un comentario